Translate

miércoles, 3 de noviembre de 2021

Rennueva tu corazón ... sé como Cristo - Dallas Willar cap 3 -

                               
EL CORAZÓN 
EN EL SISTEMA DE LA VIDA HUMANA

y he aquí, cierto intérprete de la ley se levantó, y para ponerle a prueba dijo:
Maestro, ¿"qué haré para heredar la vida eterna?
y Élle dijo:
¿"Qué está escrito en la ley? ¿"Qué lees en ella?
Respondiendo él, dijo:
AMARASAL SEÑOR TUDIOS CON TODO TUCORAZÓN,
Y CONTODA TU ALMA, Y CON TODA TU FUERZA,
Y CONTODA TUMENTE;
YA TUPRÓJIMO COMOA TIMISMO
Entonces Jesús le dijo:
Has respondido correctamente; HAZ ESTO Y VIVIRAS
LUCAS 10:25-28

El cuidado requiere entendimiento

El entendimiento es la base del cuidado de las cosas. Ya sea que hablemos de cuidar una petunia o una nación, antes de que ello sea posible ha de haber un entendimiento del funcionamiento de estas cosas. Si has de tener cuidado de tu núcleo espiritual-tu corazón o voluntad- debes tener cierto entendimiento de ello. Es decir, has de entender tu espíritu.

(Intentaré clarificar términos como «corazón», «voluntad», y «espíritu» más adelante).

Si quieres formar en ti un corazón piadoso o ayudar a otras personas en este proceso, has de entender lo que es el corazón, cuál es su función y, en especial, el lugar que ocupa dentro del sistema total de la vida humana.

Hace algunos años el ReadersDIgestpublicó una serie de valiosos artículos acerca de las diferentes partes del cuerpo humano: el oído, los pulmones, el pie, el estómago, etcétera. El objetivo era ayudar a los lectores a cuidar su salud fisica.

Sus títulos eran siempre similares: «Hola, soy el hígado de Pepe» (o el pulmón, el pie, etcétera). A continuación, se describían las propiedades y estructura del hígado o del órgano en cuestión y se explicaba su papel en el marco de la totalidad del cuerpo. Después se daban una serie de consejos para mantener esta parte del cuerpo en buen estado y para ayudarle en su función.

Podríamos haber titulado este capítulo, «Hola, Soy el Corazón de Pepe» (en el sentido espiritual de «corazón»). Su objetivo es explicar la naturaleza del corazón (espíritu, o voluntad) y su función en la persona como un todo. A fin de hacer esto echaremos un vistazo a la persona como un todo y distinguiremos entre los diferentes aspectos que la forman, incluyendo el corazón.

La batalla contemporánea respecto a la naturaleza humana

HACER ESTO NO ES tarea fácil bajo ninguna circunstancia Pero se convierte en algo especialmente dificil por el hecho de que la naturaleza de la persona es hoy campo de batalla de diferentes puntos de vista en conflicto en el mundo académico, científico, artístico, religioso, y político.

Llegados aquí, he de suplicar al lector que haga el esfuerzo de seguirme en los próximos párrafos y que no se acerque a su contenido como si de cuestiones meramente académicas se tratara. Hemos de entender que en la «cultura occidental» de nuestros días lo académico nunca se considera como algo que pueda calificarse de «mero». Hoyes precisamente el mundo académico el que gobierna los sistemas ideológicos de nuestro mundo y se opone a las ideas tradicionales de la naturaleza humana (en especial a las nociones judeo-cristianas o bíblicas de la vida humana).

En la actualidad puede oírse de labios de personas supuestamente cultas que no existe tal cosa como una naturaleza humana, o que los seres humanos no tienen naturaleza. Existe un desarrollo histórico de este punto de vista y, aunque no podemos trazarlo en esta obra, existen en él argumentos muy interesantes. Sin embargo, la declaración de que los seres humanos no tienen naturaleza representa un mal uso de tales argumentos. Es algo que llega a formar parte de la descontrolada hostilidad política y moral contra la identidad que caracteriza la vida moderna. Es una furia que se nutre de la idea de que la identidad limita la libertad. Si soy un ser humano, en contraposición, digamos, a una col de Bruselas o una ardilla, esto pone una limitación sobre lo que puedo o debo hacer, o lo que debiera hacerse conmigo.
Esta situación de asedio contra la naturaleza humana nos dice, al menos, dos cosas: en primer lugar, declara que la cuestión de la naturaleza humana es algo de enorme importancia, demasiada para que no nos ocupemos de ella. No podemos soslayar este asunto si queremos aportar algo de valor a la cuestión de la formación y la vida espiritual que nos trae Jesús. En caso contrario, todo lo que digamos no tendrá relación alguna con la existencia concreta de los seres humanos reales y esto, lamentablemente, es lo que sucede demasiado a menudo cuando hablamos de lo «espiritual».
En segundo lugar, nos dice que la confusión que reina hoy acerca de la estructura del ser humano puede que no se deba a su oscuridad inherente. Más bien, puede que se deba al hecho de que es un campo donde los prejuicios -suposiciones respecto a cuál ha de ser la verdad, «no me molestes con los hechos>>- impiden que aun las personas bien intencionadas puedan ver lo que, al menos esencialmente, es obvio, simple, y fácil de entender.
Nos referimos de manera especial a las opiniones en el sentido de que el humano es un ser puramente fisico, simplemente un animal (en esencia, solo el cerebro). O la opinión de que los seres humanos son buenos como tales, o que no debe forzárseles a hacer nada que no deseen hacer. O la de que los humanos no tienen en realidad naturaleza y que todas las maneras de clasificarlos -hombres/mujeres, negros/blancos, etcétera- son «categorías sociales» sin ninguna entidad aparte de los juicios y motivaciones de grupos o culturas sociales. En la actualidad, las instituciones gubernamentales y sociales están profundamente arraigadas en tales opiniones favoreciendo la construcción social del ser humano.
Esta situación puede impedir que personas, por lo demás juiciosas, puedan ver el valor de lo que tradicionalmente se ha considerado como la esencia del «sentido común» respecto a la vida y a lo que se ha preservado en las tradiciones de sabiduría de la mayoría de las culturas (especialmente en dos de las mayores fuentes de sabiduría del mundo acerca del ser humano: la cultura judeo-cristiana y la griega, la bíblica y la clásica).
Cuando ponemos a un lado los prejuicios contemporáneos y examinamos cuidadosamente estas dos grandes fuentes, creo que se hará muy claro que tanto «corazón», como «espíritu» y «voluntad» (o sus equivalentes) son palabras que se refieren a una misma cosa, al mismo componente fundamental de la persona. Sin embargo, cada uno de ellos subraya un aspecto distinto. «Voluntad» se refiere al poder de este componente para iniciar, para crear, para producir aquello que antes no existía. «Espíritu» se refiere a su naturaleza fundamental como algo distinto e independiente de la realidad física. Y «corazón», a su posición en el ser humano, como centro o núcleo al cual todos los demás componentes del ser deben su correcto funcionamiento. Sin embargo, se trata de la misma dimensión del ser humano que tiene todas estas características.

Con este entendimiento preliminar, comencemos nuestra exploración del «corazón de Pepe» pensando en cómo funcionaría éste en una vida mínimamente «normal».

El corazón dirige la vida

QUIENES tienen un corazón en forma son personas preparadas para responder a las situaciones de la vida de un modo bueno y correcto y capaces de hacerlo. Su voluntad funciona como es debido para elegir aquello que es bueno y evitar lo malo, y los demás elementos de su naturaleza colaboran con este propósito. No son «perfectos»; sin embargo, lo que todas las personas son capaces de resolver al menos en algunas ocasiones y áreas de la vida, ellos lo hacen durante toda su vida.

A fin de ver lo que esto significa y por qué, hemos de entender con claridad lo que es el «corazón» o «espíritu)) dentro del sistema humano y cómo puede gobernar de manera efectiva nuestras vidas para bien.
El corazón, voluntad, o espíritu humano es el centro ejecutivo de la vida humana. El corazón es el lugar donde se toman las decisiones de toda la persona. Esta es su función.
Esto no significa que toda la persona haga de hecho solamente aquello que manda el corazón, igual que tampoco en una organización se hace exactamente lo que manda el principal funcionario ejecutivo (CEO).
Esto sería quizá lo ideal, (aunque quizá no); sin embargo, al igual que sabe cualquier Director Ejecutivo o persona en una posición de liderazgo -incluso un cabeza de familia- el sistema rara vez funciona según es dirigido, y nunca lo hace de manera perfecta. Siempre hay muchos factores en juego en las decisiones y acciones que se hacen efectivas. El individuo, al igual que el grupo, se divide con frecuencia en fragmentos incoherentes. 
«Como ciudad invadida y sin murallas 
es el hombre que no domina su espíritu» 
(Proverbios 25:28).

Aun así, el ideal sigue estando allí por las necesidades que impone la vida real -«una casa dividida contra sí misma no permanecerá» etcétera- y, solo en la medida en que nos acerquemos a este ideal, estarán nuestras vidas bien dirigidas o serán mínimamente coherentes. En un mundo profundamente emponzoñado por el mal y por las cosas que suceden, lo habitual es que el individuo no actúe conforme a lo que su corazón le dice que es bueno y correcto, y demasiado a menudo sucede lo mismo en toda clase de grupos.
De hecho, es muy raro encontrar un grupo que funcione coherentemente en vista del bien que se propone conseguir. Normalmente, el grupo es un reflejo de la división de los corazones y vidas de sus miembros, incluso más sorprendente de lo que se observa en el individuo. Esto es así por la mayor amplitud de su ámbito y superior complejidad. Cuando se produce la formación espiritual (o reforma de hecho), ésta unifica el corazón y vida divididos del individuo. Tal persona puede entonces aportar una notable armonía a los diferentes grupos en que participa.

Los seis aspectos esenciales de la vida humana CUANDO miramos más de cerca a la totalidad de la persona, descubrimos que existen seis aspectos esenciales en nuestras vidas como individuos humanos: seis cosas inseparables de cualquier vida humana. Todas ellas juntas e interactuando forman «la naturaleza humana)).

l. Pensamiento (imágenes, conceptos, juicios, conclusiones)

2. Sentimiento (sensación, emoción)

3. Elección (voluntad, decisión, carácter)

4. Cuerpo (acción, interacción con el mundo físico)

5. Contexto social (relaciones personales y estructurales con los demás)

6. Alma (el factor que integra todos los elementos mencionados para formar una vida)

Dicho con sencillez, cada ser humano piensa (tiene una vida mental), siente, decide, interactúa con su cuerpo y su contexto social, y (en mayor o menor medida) integra todo lo anterior como partes de una vida. Estos son los factores esenciales del ser humano, y nada que sea esencial a la vida humana se sitúa fuera de ellos. El ideal de la vida espiritual, según la concepción cristiana, es aquel en que todas las partes esenciales del ser humano están organizadas de manera efectiva alrededor de Dios, siendo restaurados y sustentados por Él.

La formación espiritual en Cristo es el proceso que conduce a este objetivo ideal, y su resultado es el amor a Dios con todo el corazón, alma, y fuerza, y al prójimo como a uno mismo. El yo humano queda entonces plenamente integrado bajo Dios. La salvación o liberación del creyente en Cristo es esencialmente holística, es decir, que afecta a la totalidad de su vida. David el salmista, hablando de su propia experiencia, pero expresando de manera profética el pensamiento de Jesús el Mesías, dijo:

«Bendeciré al SEÑOR
Que me aconseja; en verdad, en las noches mi corazón me instruye.
Al SEÑOR he puesto continuamente delante de mí;
porque está a mi diestra, permaneceré firme.
Por tanto, mi corazón se alegra y mi alma se
regocija; también mi carne morará segura»
(Salmo 16:7-9).

Observa cuántos aspectos del yo aparecen explícitamente en este pasaje: la mente, la voluntad, los sentimientos, el alma, y el cuerpo. Una cuestión fundamental para entender la formación espiritual tal y como la encontramos en las tradiciones cristianas es seguir de cerca la manera en que los escritos bíblicos se centran, de manera repetida y enérgica, en las diferentes dimensiones esenciales del ser humano y en su papel dentro de la vida como un todo.

¡El yo humano no es algo misterioso!

y AQUÍ HE DE SUPLICAR al lector que tenga paciencia conmigo de nuevo, y que no tome lo que diré aquí como algo meramente académico. El yo humano, como ya he dicho, no es «misterioso» en ningún sentido que no sea aplicable por igual a cualquier otra cosa que existe. Para entender cualquier cosa se requiere, por supuesto, una cierta medida de atención inteligente y metódica investigación. Algo puede no ser misterioso, pero tampoco obvio. Y algunos temas son más difíciles de aprehender que otros. Sin embargo, Dios lo ha creado todo de tal manera que son inherentemente inteligibles.

Las cosas tienen distintas partes, las partes tienen propiedades que, a su vez, hacen posible que las partes se relacionen entre sí para formar un todo mayor y más complejo que, por su parte, tiene también unas determinadas propiedades que hacen posible nuevas relaciones entre unidades mayores, que formarán entidades aún mayores, y así sucesivamente. Esta estructura esencial de realidad creada se aplica a todas las cosas: desde un átomo o grano de sal hasta el sistema solar o las galaxias, desde un pensamiento o sentimiento hasta la totalidad de la persona o una unidad social.

En última instancia, por supuesto, la existencia misma de cualquier cosa es algo misterioso en el sentido de que se enmarca en el misterio de Dios. Aquello que explica todo lo demás, Dios mismo, ha de ser inexplicable en un sentido importante (aunque no necesariamente incognoscible por completo). Sin embargo, por lo que hace a la naturaleza del ser humano, es simplemente un cierto tipo de todo formado por partes con propiedades y funciones que dan origen a personas totales con nuevas propiedades y funciones. Éstas, a su vez, posibilitan las relaciones que las personas desarrollan con las esferas natural y social y -más allá de todas ellas, si tales personas están plenamente vivas como seres espirituales- con el reino de Dios. Esto es lo que constituye la naturaleza humana.
Y el tema de nuestro estudio al acercarnos a la vida humana -nuestra<<Unidad de análisis»- es la totalidad de la persona en su contexto social y espiritual Los seis «aspectos», como les hemos llamado, representan ámbitos bien diferenciados de capacidades, o cosas que todos los seres humanos -pero no las ardillas o las coles de Bruselas- pueden y deben hacer:
mediante nuestro cuerpo podemos y debemos sentir, pensar, elegir, actuar y recibir la acción de los demás. Hemos de iniciar relaciones personales o carecer de ellas e integrar cada uno de estos aspectos de nuestro ser con todos los demás. Esta última tarea es obra del alma, como ya hemos observado, la cual representa el nivel más profundo de unidad (o desmembración) en la vida de una persona y el objeto integral de la redención.

Cada uno de los aspectos o dimensiones de la persona será una fuente de debilidad o fortaleza para la totalidad de la persona, dependiendo de la condición en la que esté, y tal condición dependerá, finalmente, del corazón. Una persona preparada y capaz de responder a las situaciones de la vida de un modo «bueno y correcto» es una persona cuya alma está en orden, bajo la dirección de un corazón cultivado que está, a su vez, bajo la dirección de Dios. Podemos ver mejor lo que esto significa si tenemos en cuenta 10 que hace cada una de las dimensiones del ser humano. (Ahora será una descripción breve y volveremos para dar un tratamiento más completo a cada dimensión en capítulos posteriores.)

Un breve estudio inicial 
de las seis dimensiones humanas

Pensamiento

El pensamiento pone cosas ante nuestra mente de varias maneras (que incluyen la percepción y la imaginación) y nos capacita para considerarlas en varios sentidos y trazar sus interrelaciones. El pensamiento es aquello que capacita a nuestra voluntad (o espíritu) para extenderse mucho más allá de las fronteras inmediatas de nuestro medio y de las percepciones de nuestros sentidos. Por medio de él nuestra conciencia penetra en las profundidades del universo, pasado, presente y futuro, y hace mediante el razonamiento y el pensamiento científico, la imaginación y el arte (también mediante la Revelación Divina, que nos llega principalmente en forma de pensamientos).

Sentimiento

El sentimiento nos inclina o nos aleja hacia las cosas que llegan a nuestra mente en los pensamientos. Representa una sensación que puede ser agradable o dolorosa, junto con una atracción o repulsión con
respecto a la existencia o posesión de aquello acerca de 10 cual se piensa. El modo en que nos sentimos respecto a la comida, los automóviles, las relaciones, posiciones, y cientos de otras cosas ilustra este punto.
Fijémonos en que el sentimiento y el pensamiento van siempre juntos. Son interdependientes y nunca aparecen aislados. No hay sentimiento sin que algo haya antes estado en el pensamiento, ni pensamiento sin algún sentimiento positivo o negativo hacia aquello que se piensa. Lo que llamamos «indiferencia» no es nunca una total ausencia de sentimiento, positivo o negativo, sino simplemente un grado anormalmente bajo de sentimientos, por regla general negativos.
La conexión entre pensamiento y sentimiento es tan íntima que normalmente se considera que la «mente» está formada por la unidad pensamiento-sentimiento. Éste será aquí mi presupuesto. Sin duda, lamente entendida de este modo-o de cualquier otro- es un aspecto bastante complicado de la persona, con numerosas subdivisiones tanto en el pensamiento como el sentimiento. En el alma devastada por el pecado, la mente se convierte en un espantoso desierto y una mezcolanza sin concierto de pensamientos y sentimientos, que se expresan en desatinos intencionados, descaradas incoherencias y confusiones, con frecuencia hasta el punto de la obsesión, la locura, o la posesión. Esta condición de la mente es lo que caracteriza a nuestro mundo apartado de Dios. Satanás, «el príncipe de este mundo» (Juan 12:31; 14:30), ejerce su dominio sobre él.

Voluntad (espíritu, corazón)

La volición o elección es el ejercicio de la voluntad, la capacidad de la persona para originar cosas y acontecimientos que de otro modo no existirían o sucederían. Por «originar» queremos incluir aquí dos de la cosas más preciadas de la vida humana: la libertad y la creatividad. Realmente se trata de dos aspectos de la misma cosa, cuando se entiende correctamente, que es el poder para hacer lo que es bueno o lo malo.
El poder en cuestión 10 tienen solo los individuos. Nada les obliga a originar el bien (o el mal) que llevan a cabo. Pueden hacerlo o no. Aunque la libre acción tiene muchas condiciones, tales condiciones no la determinan en absoluto. Puesto que se trata de nuestra acción, a tales condiciones deberá añadirse el interior y nunca forzado «sí» o «no» por el que la persona responde a la situación. Esta respuesta representa nuestra contribución única a la realidad. Es nuestra, somos nosotros, más que ninguna otra cosa.
Sin este «sí» interior no hay pecado, puesto que solamente nosotros podemos pronunciar este «sí» (o «no»). El pensamiento del pecado no es pecado, no es siquiera una tentación. La tentación es el pensamiento más la inclinación a pecar (que posiblemente se manifiesta con la delectación en el pensamiento o la búsqueda de su realización). Pero el pecado propiamente dicho se produce cuando interiormente decimos «sí» a la tentación, cuando desearíamos llevar a cabo el acto aunque en realidad no lo hacemos. Las mismas distinciones deben trazarse cuando se trata de hacer lo que es bueno y correcto. Estas distinciones en relación con la volición o elección cobrarán mucha importancia más tarde en nuestro estudio.

Ahora hemos de ser muy claros al respecto: la facultad de la volición, y los hechos de la voluntad en que ésta se ejercita, forman el espíritu del hombre. En este sentido limitado y específico, lo «espiritual» no es simplemente lo inmaterial como hemos explicado antes, sino el núcleo central de la parte inmaterial del hombre. En nosotros hay muchas cosas que no son físicas y que tampoco son «espíritu» (es decir, no pertenecen a la voluntad).

Existe, pues, un espíritu en el hombre (un espíritu que es suespíritu): el espíritu humano. Y si hemos de entender qué es la formación espiritual, nos es necesario comprender lo que es el espíritu del serhumano. Espíritu es, en general, aquello que se inicia por sí mismo y se sostiene del mismo modo.

Solo Dios es puramente espiritual, pura voluntad y carácter creativos. Únicamente Él puede decir en verdad:
«YO SOY EL QUE SOY»
(Éxodo 3:14).

Él es, en su naturaleza esencial y total, poder incorpóreo y personal Los seres humanos tienen solo un pequeño elemento de espíritu -poder incorpóreo y personal- en el centromismo de lo que son y de lo que llegan a ser.
En la formación espiritual, este espíritu (o voluntad) es el elemento al que, por encima de todo, hay que llegar, y que de manera especial ha de ser objeto de atención y transformación.

La voluntad humana es principalmente la que debe recibir una naturaleza piadosa, para que ésta proceda entonces a extender su piadoso influjo sobre toda la personalidad

Por tanto, la voluntad o espíritu es también, como hemos venido observando repetidamente, el corazón dentro del sistema humano: el núcleo de su ser. Esta es la razón de la enseñanza bíblica en el sentido de que el bien y el mal humanos son asuntos del corazón.

Es el corazón (Marcos 7:21) y el espíritu (Juan 4:23) lo que Dios mira (1 SamueI16:7; Isaías 66:2) al relacionarse con la humanidad, y al permitir que nos relacionemos con Él (2 Crónicas 15:4,15; Jeremías 29:13; Hebreos 11:6).

Y de igual modo que el pensamiento y el sentimiento son inseparables, así también la volición está estrechamente ligada a ellos. Para llevar a cabo una elección, uno debe tener algún objeto o concepto en la mente y algún sentimiento a favor o en contra de ello. No hay ninguna elección que no abarque tanto al pensamiento como al sentimiento. Por otro lado, aquello que sentimos y pensamos es (o puede y debería ser) en grado sumo un asunto de elección. Las personas competentes y adultas serán muy cuidadosas respecto a la clase de cosas en que permiten que se ocupe su mente o aquello que se permiten sentir. Esto es algo crucial para los métodos prácticos de la formación espiritual.

Lamentablemente, el hecho de que los sentimientos y pensamientos son en gran medida un asunto de elección es algo que, en general, no se entiende (especialmente cuando se trata de los sentimientos). A menudo, hablamos de los sentimientos como «pasiones», y esta es una palabra que implica pasividad. Sin embargo, asumimos de hecho un papel muy activo en el estímulo, control y manejo de nuestras «pasiones», como veremos en un capítulo posterior.

Así que repitamos una vez más: lo que tenemos ante nosotros en nuestro estudio de la formación espiritual es la totalidad de la persona, y las diferentes dimensiones básicas del yo humano no son partes separables. Son aspectos completamente interdependientes el uno del otro en sus naturalezas y acciones.

Especialmente por lo que respecta al punto que nos ocupa ahora, la vida humana como un todo, no menciona solo mediante la voluntad. Todo lo contrario. No obstante, si la vida ha de ser de algún modo organizada, ha de serlo por la voluntad. Únicamente puede ser ordenada «desde dentro». Esta es la función de la voluntad o corazón: organizar nuestra vida como un todo y, sin duda, organizarla en torno a Dios. Y, por supuesto, la vida debe ser organizada, y bien, para que nuestra existencia pueda ser mínimamente tolerable para nosotros mismos y para quienes nos rodean. Todas las civilizaciones, al margen de su carácter, han reconocido esto. Una gran parte del desastre de la vida contemporánea radica en el hecho de que está organizada en torno a los sentimientos. Las personas actúan casi siempre movidas por sus sentimientos, y piensan que esto es lo correcto. La voluntad queda entonces a merced de las circunstancias que evocan los sentimientos. La formación espiritual cristiana debe afrontar este hecho de manera directa y superarlo.

CUERPO

El cuerpo es el punto focal de nuestra presencia en el mundo físico y social. En unión con él llegamos a existir y nos convertimos en la persona que seremos eternamente. Es nuestra fuente esencial de energía o «fuerza» -nuestro «transformado») personalizado-un lugar desde el que podemos incluso desafiar a Dios, al menos durante cierto tiempo. Y es el punto que recibe los estímulos del mundo que está fuera de nosotros y donde nos encontramos con los demás y somos encontrados por ellos.

Las relaciones personales humanas no pueden separarse del cuerpo; y por otro lado, el cuerpo no puede entenderse aparte de las relaciones humanas.

Es esencialmente social. Por tanto, nuestros cuerpos son y serán para siempre una parte de nuestra identidad como personas. Yo, por ejemplo, seré para siempre hijo de Mayrnie Joyce Lindesmith y de Albert Alexander Willard.
Mi cuerpo me lo dio Dios por medio de ellos, y ellos aportaron un contexto social y espiritual que, más que ninguna otra cosa, hace de mí la persona que soy.
Algo a la par importante es que se trata del cuerpo desde el cual vivimos.
Ya hemos dicho que NO VIVIMOS solo por la voluntad. ¡Menos mal!

Nuestras elecciones, cuando se integran en nuestro carácter (se explicará más adelante) se «subcontratam» o «delegan» a nuestro cuerpo en su contexto social, donde entonces se producen más o menos «automáticamente», sin que tengamos que pensar en lo que estamos haciendo.
Y esto es, en general, algo muy bueno. Recuerda simplemente en lo engorroso que es tener que pensar en lo que estamos haciendo (por ejemplo, cuando aprendemos a patinar, a conducir o a hablar un idioma). El propósito mismo de aprender o formarnos en una actividad específica es conseguir dominarla sin tener que pensar o tomar decisiones al respecto. El cuerpo hace que esto sea posible. Tiene un «conocimiento» propio.
Por supuesto, esta característica básicamente buena e incluso gloriosa del cuerpo -su capacidad de «tener vida propia», como si dijéramos es también un problema fundamental en la formación espiritual, y una de sus esferas esenciales. Ya que, formado en un mundo erróneo y perverso, el cuerpo llega a actuar «antes de pensar», y sufre el influjo «del pecado en sus miembros», como dijera Pablo; algo que puede frustrar la verdadera intención de nuestro espíritu o voluntad al anticiparse a ella.

«No soy yo», 
clama el apóstol, 
«sino el pecado que habita en mí» 
(Romanos 7: 17).

Y
 «el deseo de la carne es contra el Espíritu, 
y el del Espíritu es contra la carne, 
pues éstos se oponen el uno al otro, 
de manera que no podéis hacer lo que deseáis». 
(Gálatas 5: 17).

Sin embargo, al mismo tiempo, esta sorprendente capacidad del cuerpo implica que éste (como las demás dimensiones de la vida humana) puede ser re-formado para convertirse en aliado nuestro en la meta de asemejamos a Cristo. Tal reforma del cuerpo es una parte fundamental del proceso de formación espiritual, como veremos después. El cuerpo no es, según el punto de vista bíblico, esencialmente malo y, aunque está corrompido por el mal, puede ser liberado. La formación espiritual es también y esencialmente un proceso corporal. No puede conseguirse a no ser que el cuerpo sea también transformado.

Contexto social

El yo humano necesita arraigarse en otros. Esto es principalmente un asunto ontológico (una cuestión de ser lo que somos), y no solo moral (lo que hemos de ser). Y su aspecto moral se desprende del ontológico.
El «otro» más fundamental para los humanos es, por supuesto, Dios mismo. Para el ser humano Dios es el hecho social supremo. Esta es la razón por la que, en general, las personas piensan con más frecuencia en
Dios que, en ninguna otra cosa, más aún que en el sexo o la muerte. Sin embargo y puesto que todos hemos de estar arraigados en Dios -y realmente lo estamos, nos guste o no- nuestros vínculos para con los demás no pueden separarse de la relación que compartimos con Él, ni nuestra relación con Él de nuestros vínculos con los demás. Nuestras relaciones con los demás no pueden ser correctas si no vemos a estos otros en su relación con Dios. Mediante los demás, Él se acerca a nosotros y únicamente encontramos realmente a los demás cuando les vemos en Él.

«Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, 
es un mentiroso; 
porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, 
no puede amar a Dios a quien no ha visto» 
(l Juan 4:20). 
Solo vivimos como debiéramos cuando estamos en una relación correcta con Dios y con los demás seres humanos (por ello, hemos citado los dos grandes mandamientos en el encabezamiento de este capítulo). Por esta razón, el bebé que no es recibido con amor por su madre y por los demás de su entorno sufrirá una herida de por vida y podría incluso llegar a morir. Debe establecer lazos afectivos con su madre o con alguien a fin de adquirir una identidad y una vida. El rechazo, no importa cuán lejano pueda situarse en el tiempo, es una estocada para el alma que, literalmente, ha matado a muchos. La cultura occidental es, en gran medida y sin saberlo, una cultura de rechazo.

Este es uno de los irresistibles efectos de lo que se ha dado en llamar <<modernidad», y algo que afecta profundamente las formas concretas que van configurando las instituciones cristianas de nuestro tiempo. Se filtra en nuestras almas y es un enemigo mortal de la formación espiritual en Cristo.

El poder de nuestras relaciones personales con los demás es lo que les da su incalculable importancia para la formación de nuestro espíritu y de toda nuestra vida, para bien o para mal. Y, por supuesto, nuestro cuerpo es el centro de estas relaciones, desde el ADN que lo configura hasta nuestra «imagen» (cuál es nuestro estilo o aspecto, y cómo vemos y somos vistos por los demás), desde el contacto físico y el trabajo hasta la conversación y oración que compartimos.

Sin embargo, el estar con los demás -nuestra dimensión social- es también algo inseparable de nuestros pensamientos, sentimientos, elecciones, y acciones interiores. Su existencia y naturaleza no son indepen
dientes de nuestro marco social. Aun nuestra relación con Cristo, nuestro Salvador, maestro y amigo, está situada en la dimensión social, junto con nuestro lugar en su cuerpo en la Tierra (su constante encamación, la Iglesia). Entendido correctamente, es cierto que «no hay salvación fuera de la Iglesia» (aunque no esta o aquella «iglesia» en concreto).

ALMA

El alma es aquella dimensión de la persona que interrelaciona todas las otras dimensiones para que formen una vida. Es como una meta-dimensión o dimensión más elevada puesto que su campo de acción se sitúa en las otras dimensiones (el pensamiento, el cuerpo, etcétera), y por medio de ellas alcanza cotas cada vez más profundas en el inmenso medio ambiente de la persona de Dios y su creación. Se ha dicho que cada alma es una estrella del universo espiritual (al menos, éste fue su propósito original. Mateo 13:43). Y, sin duda, este es el punto de vista bíblico, entendiendo que «alma» es aquí un término que se refiere a la totalidad de la persona en su dimensión más profunda.

Puesto que el alma comprende y «organiza» la totalidad de la persona, frecuentemente se entiende como una referencia a la persona misma.
De manera natural hablamos de las personas como «almas». Pero por supuesto, el alma no es la persona. Es más bien la parte más profunda del yo por lo que respecta a su funcionamiento global; y al igual que el cuerpo, tiene la capacidad de funcionar -y lo hace en gran medida- sin una supervisión consciente.
El alma es, en cierto modo, como un ordenador que gestiona calladamente un negocio o un proceso de fabricación y únicamente nos acordamos de él cuando se estropea o ha de ser configurado para nuevas tareas. Puede ser significativamente «reprogramado» y también esto es una parte fundamental de lo que representa la formación espiritual (reformación) de la persona Puesto que el alma es algo tan integral y fundamental y, hasta cierto punto, tan independiente de cualquier supervisión consciente, el lenguaje bíblico y poético con frecuencia se refiere a ella en tercera persona. El salmista se pregunta:

«¿Por qué te abates, alma mía, y por qué te turbas dentro de mí?
Espera en Dios, 
pues he de alabarle otra vez por la salvación de su presencia».
(Salmo 42:5).

El rico de Lucas 12 dijo:

«y diré a mi alma:
Alma, tienes muchos bienes depositados para muchos años; descansa, come,
bebe, diviértete»
(versículo 19).

En su poema «The Chambered Nautilus», Oliver Wendell Holmes escribe
«Constrúyete más mansiones señoriales,
oh alma mía, a medida que vuelan las veloces estaciones».

Sin embargo, a pesar de la inmensidad e independencia del alma, el diminuto centro ejecutivo de la persona -es decir, el espíritu o voluntad- puede redirigir y reformar el alma, con la colaboración de Dios. Esto lo hace principalmente cambiando la dirección del cuerpo en las disciplinas espirituales y encauzándo- lo hacia otros tipos de experiencias con Dios.

La imagen completa

HABIENDO DICHO TODO ESTO, será útil para nuestros propósitos representar el yo humano mediante el siguiente diagrama:


Sin duda, los diagramas de las realidades dinámicas e inmateriales resultan siempre inadecuados para expresar completamente aquello que representan; no obstante, pueden ser de algún modo valiosos al expresar importantes aspectos de lo que estamos intentando entender. Observa que en este diagrama los círculos interiores no pretenden excluir a los exteriores sino, en parte, incorporarlos: superponerse a ellos sin agotarlos. Sin embargo, las facultades representadas por los círculos exteriores son siempre menos esenciales que las que representan los interiores.

Así es menos esencial la mente que el espíritu (corazón/voluntad), aunque el espíritu se entremezcla con la mente, y el cuerpo es menos esencial que la mente, aunque la mente se entremezcla con el cuerpo, etcétera. Al situar al alma en el círculo más externo y en contacto directo con la realidad infinita, pretendemos indicar que es la dimensión más integral del yo, fundamental a todas las demás; pero también queremos expresar que se puede acceder a ella directamente desde fuentes situadas por completo fuera de la persona: fuentes como Dios, por supuesto, pero también posiblemente otras fuerzas tanto de carácter benigno como siniestro.

La pared externa del alma es quizá como la membrana permeable de un organismo biológico, que está diseñada para permitir el paso de algunos elementos foráneos, pero no de todos. Cuando esta pared se derriba, los de dentro quedan a merced de fuerzas que no pueden controlar. El alma puede ser únicamente protegida y funcionar correctamente cuando es auxiliada por Dios. «He aquí, todas las almas son mías», dice el Señor (Ezequiel 18:4).

Influencia en la acción


HABLEMOS AHORA DE LA ACCIÓN. Nuestras acciones surgen siempre de la interacción de los factores universales de la vida humana: el espíritu, la mente, el cuerpo, el contexto social, y el alma. La acción nunca procede del solo movimiento de la voluntad. Con frecuencia -quizá normalmente- lo que hacemos no es el resultado de elecciones deliberadas y simples actos de la voluntad, sino más bien de ceder a las presiones que actúan sobre la voluntad desde alguna de las dimensiones del yo. Entender esto es necesario para la comprensión y la práctica de la formación espiritual, que está condenada al fracaso si se centra únicamente en la voluntad.

La incapacidad de las meras buenas intenciones para conseguir obrar como es debido queda claramente reflejada en las palabras de Jesús:
«El espíritu está dispuesto,
pero la carne es débil>.

Si las seis dimensiones están adecuadamente alineadas con Dios y con lo que es bueno -y por tanto la una con la otra- este «simple ceder» será algo bueno, y nuestras acciones serán simplemente el buen fruto del buen árbol. Pero si tales dimensiones no están así alineadas, serán los inevitables malos frutos del árbol malo.
Hemos de entender claramente que existe una rigurosa coherencia entre el yo humano y sus acciones. Esta es una de las cosas respecto a las cuales somos más proclives a auto engañamos. Si obro mal, soy la clase de persona que hace el mal; si obro bien, seré la clase de persona que obra bien (1 Juan 3:7-10). Las acciones no son imposiciones sobre quienes somos, sino expresiones de ello. Proceden de nuestro corazón y de las realidades interiores que éste supervisa y con las cuales interactúa.



En nuestros días, una de las racionalizaciones más corrientes del pecado o de la insensatez se refleja en la expresión: «Bueno, simplemente he cometido un error». Aunque hay una parte de verdad en tal  comentario, no es precisamente la que pretenden quienes suelen hacerlo. Esta afirmación no les exonera de su responsabilidad. Puede ser cierto que en otras circunstancias no hubiera llevado a cabo el acto irresponsable o pecaminoso en cuestión, y aunque puede que lo que hiciera no sea un fiel reflejo de la clase de persona que soy, «cometer un error» sílo es: soy la clase depersona que «comete errores». «Cometererrores» muestraquién soy como persona. Soy, hasta la médula, en lo más profundo de mi ser, la clase de persona que «comete errores», lo cual no es precisamente algo muy grato ni prometedor. Sea cual sea, mi acción procede de la totalidad de mi persona.

Este diagrama representa el sistema humano en sí mismo. La voluntad o espíritu, siendo como es una facultad diminuta, está en gran medida a merced de las fuerzas que le influyen desde el yo más amplio y más allá de él. La función que Dios proyectó para la voluntad es que ésta tendiera la mano a Dios confiadamente. Al mantenernos en una correcta relación con Dios, mediante nuestra voluntad podemos recibir la Gracia que reordenará nuestra alma adecuadamente en relación con los otros cinco elementos del yo.

En la vida apartada de Dios, el orden de sujeción es:

  • Cuerpo
  • Alma
  • Mente (Pensamiento/Sentimiento)
  • Espíritu
  • Dios

Este es el orden que impera en cualquier clase de idolatría, incluida la de quienes adoran «la buena vida», como se le llama con frecuencia.
«Existen dos dioses»,
dijo Tolstoy en una ocasión.

«Está el dios en quien la gente cree en general: un dios que ha de servirles a ellos
(en ocasiones de maneras muy sofisticadas, digamos que meramente dándoles paz mental).
Este dios no existe.
Sin embargo, el dios a quien la gente olvida -el Dios a quien todos hemos de servir- sí existe,
y es la causa primera de nuestra existencia y de todo lo que percibimos».

En la vida sujeta a Dios, por el contrario, el orden de sujeción es:

 Dios
 Espíritu
 Mente (Pensamiento/Sentimiento)
 Alma
 Cuerpo

Aquí el cuerpo sirve al alma; el alma, a la mente; la mente, al espíritu; y el espíritu, a Dios. De manera inversa, la vida «de lo alto» fluye desde Dios a través de la totalidad de la persona, incluido el cuerpo y su contexto social.

El primer orden es característico de lo que Pablo describe como «la mente puesta en la carne», que es «muerte» (Romanos 8:6). El último expresa el significado de «la mente puesta en el Espíritu», que es «vida y paz». Para el individuo que vive lejos de Dios, «la carne» llega a ser en la práctica, simplemente su cuerpo. Tener al cuerpo como nuestra principal preocupación hace que nos sea imposible agradar Dios y, al mismo tiempo, asegura la absoluta inutilidad de nuestra vida.

«Porque los que viven conforme a la carne, ponen la mente en las cosas de la carne,
pero los que viven conforme al Espíritu, en las cosas del Espíritu.
Porque la mente puesta en la carne es muerte,
pero la mente puesta en el Espíritu es vida y paz;
ya que la mente puesta en la carne es enemiga de Dios,
porque no se sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo»
(Romanos 8:5-7).

Cuando la ordenación del sistema humano bajo la autoridad de Dios es completo-lo cual sin duda no sucederá nunca plenamente en esta vida dada la dimensión social del yo y nuestra finitud en el medio espiritual global que nos rodea- tenemos entonces personas que aman

«AL SEÑOR [SU] DIOS CON TODO [SU] CORAZON,
y CONTODA[SU]ALMA,
y CONTODA [SU] FUERZA,
Y CON TODA [SU] MENTE;
Y A [SU] PROJIMO COMO A [SI] MISMO»
(Lucas 10:27, vertambién Marcos 12:30-33).

Cuando somos así, la nuestra es una vida eterna. Todo lo que hacemos cuenta para la eternidad y es allí preservado (Colosenses 3:17).

El espíritu debe primero revivir por medio de Dios y para Él, por supuesto. En caso contrario seguimos muertos para con Él en delitos y pecados (Efesios 2: 1). Sin embargo, una vez que el espíritu revive en Dios, pueden dar comienzo los largos procesos de someter a Dios todos los aspectos del yo. Este es el proceso de la formación espiritual visto en su totalidad.

El punto central de este libro es que la transformación espiritual solo tiene lugar a medida que cada una de las dimensiones esenciales del ser humano es transformada a semejanza de Cristo bajo la dirección de una voluntad regenerada que interactúa en constantes contactos con la Gracia de Dios. Tal transformación no es resultado del simple esfuerzo humano y no puede conseguirse solo presionando a la voluntad (corazón, espiritu).

Israel y nosotros

Como sucede con frecuencia, en los acontecimientos históricos del Antiguo Testamento encontramos un interesante e instructivo paralelismo con la vida espiritual del individuo. En el horno de la esclavitud egipcia, los descendientes de Abraham se convirtieron en un pueblo de rasgos bien definidos. Aunque Dios estaba obrando, como siempre, en un sentido amplio, los israelitas vivían, según creían, bajo el dominio total de un sistema de dioses que se centraba en el Faraón. Es decir, mientras vivieran bajo la esclavitud egipcia estarían «muertos» al Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Para Israel, tal Dios no significaba nada, nada teníaque ver con ellos.

A su debido tiempo, Dios se les acercó mediante un don nadie (Moisés [Hechos 7:37-40]), de igual modo que se acerca a nosotros mediante Jesús (Hechos 7:52; Hebreos 13:12-14). Mediante una intervención en su estado de muerte (Deuteronomio 11:1-7) les llevó a ellos (y más tarde a nosotros) a una nueva vida en la cual se relacionarían interactivamente (pacto) con Él. Esta relación interactiva y enmarcada en el pacto es vida eterna (Juan 17:3). Esto es 10 que significa haber «nacido de arriba» (lo cual se supone que Nicodemo, como maestro de Israel, debería haber entendido, sin embargo, no podía porque él tenía solo «la mentalidad de la carne» y, por ello, solo podía pensar en términos de 10 «natural» [ver Juan 3:10]).

Pero esta clase eterna de vida no es algo pasivo. La pasividad fue para los israelitas, y es para nosotros uno de los mayores peligros y dificultades de nuestra existencia espiritual. La tierra que les había sido prometida era increíblemente fecunda: «tierra que fluye leche y miel», como se la describe en repetidas ocasiones. Sin embargo, aún tenía que serconquistada mediante una acción humana CUIdadosa, persistente, e inteligente, quese extendería durante un largoperíodo de tiempo.

Al comienzo de la conquista de la Tierra Prometida, las murallas de Jericó cayeron, para poner de relieve la presencia y el poder de Dios.

¡Bienvenidos al reino! Sin embargo, esto no sucedió nunca más. Los israelitas tuvieron que tomar las ciudades restantes en una lucha cuerpo a cuerpo, aunque siguieron teniendo siempre la ayuda divina.

y lo mismo que aconteció entonces en la conquista de la Tierra Prometida, se aplica a cualquier ser humano individual que se acerca a Dios. Los israelitas fueron salvados o liberados por Gracia de igual modo que, sin duda, lo somos nosotros. Pero en ambos casos, «Gracia» significa que hemos de ser -y se nos ha capacitado para que seamos- activos en una medida que nunca antes lo hemos sido.

La idea que Pablo tiene de la Gracia queda expresada en sus palabras: «y Dios puede hacer que toda gracia abunde para vosotros, a fin de que teniendo siempre todo 10 suficiente en todas las cosas, abundéis para toda buena obra» (2 Corintios 9:8).

Vivimos, por tanto, en una intensa búsqueda de Jesucristo. «A ti se aferra mi alma; tu diestra me sostiene», expresa el salmista (68:3). Y el clamoroso deseo de Pablo era «conocerle a Él, el poder de su resurrección y la participación en sus padecimientos, llegando a ser como Él en su muerte, a fin de llegar a la resurrección de entre los muertos» (Filipenses 3:10-11).

¿Qué hemos de decir de cualquiera que piensa tener algo más importante que hacer que esto? La obra de la formación espiritual a semejanza de Cristo es la de reclamar la tierra de leche y miel en la que estamos, de manera individual y colectiva, para vivir en ella con Dios.
Dice el antiguo himno:
Desde las revueltas orillas del Jordán
Lanzo una mirada esperanzada
A las dulces y feraces tierras de Canaán
Donde mi rica posesión está bien afirmada.

Sin embargo, el verdadero Jordán, el «Jordán» espiritual, no representa la muerte física, como se ha entendido normalmente. No tenemos por qué esperar ni hemos de hacerlo, hasta que muramos para vivir en la tierra que fluye leche y miel; y si entramos ahora a esta tierra, el paso a la muerte física no será más que otro día de la vida interminable que habremos comenzado mucho antes. Esto es exactamente 10 que quería decir Jesús cuando afirmó:

«si alguno guarda mi palabra,
no verá jamás la muerte»
(Juan 8:51).

Caos

EL FISCAL QUE llevó la acusación contra la infame familia Manson por sus asesinatos, más tarde escribió un libro titulado Helter Skelter (Caos). Esta frase la tomó de una canción interpretada por un famoso grupo de rock. Manson la utilizaba para describir el estado de confusión en que estaba su vida y en el que se esforzaba en mantener a sus seguidores. En un estado de caos nada tiene sentido, y todo tiene tanta importancia como cualquier otra cosa. De modo que, por ejemplo, cuando degüellas a alguien o le apuñalas repetidamente y muere, realmente tú no le has matado ni él ha muerto. Esta era la enseñanza de Manson.

Aldous Huxley, en uno de sus antiguos escritos, comentaba que entre sus compañeros de juventud las interminables charlas acerca del «sin sentido» -el sin sentido de la vida y por tanto de todo lo que hay en ella- eran simplemente una excusa que les permitía hacer cualquiera cosa que les apeteciera. Su vida estaba organizada (o desorganizada, para ser más exactos) en tomo a sus sentimientos y alborotadores pensamientos, con la voluntad a remolque.
Sin embargo, cuando alguien quiere ponerse resueltamente del lado del bien es necesario que las cosas tengan sentido. Probablemente, no te gustaría que alguien en este estado de caos viniera a repararte el cortacésped o el ordenador. La vida solo tiene sentido si entiendes sus elementos esenciales y el modo en que éstos se interrelacionan para formar el todo. El mal, por otro lado, da su mejor rendimiento en un ambiente de confusión. Dios no es el autor de la confusión (1 Corintios 14:33). Francamente, nuestro mundo cristiano visible no está muy lejos de este estado de caos por lo que respecta a su entendimiento de la estructura de la persona y, por tanto, de la vida y la formación espiritual. Es necesario que entremos a fondo en las enseñanzas bíblicas sobre estas cuestiones. Sufrimos excesivamente la influencia de una cultura que se nutre de la confusión. (Y de ahí su negación de que los seres humanos tengan una naturaleza.)
Esto puede parecer una desabrida afirmación respecto a nuestro «mundo cristiano» y siento tener que decirlo; pero este asunto es demasiado importante para andarse con rodeos.

Mucho de lo que hacemos, por tanto, en nuestros círculos cristianos con muy buenas intenciones -con la esperanza, decimos, de ver un crecimiento constante y significativo a la semejanza de Cristo- simplemente no tiene sentido y no lleva a ninguna parte por lo que respecta a producir una formación espiritual sustancial.

¡Pueden parecer palabras muy crudas! Pero hemos de reconocer que son ciertas o, si son erróneas,decir el porqué. Tengo la esperanza de que en este capítulo hayamos dado los primeros pasos importantes hacia un esclarecimiento de estos temas, que pueda servir de fundamento para una práctica eficaz de la formación espiritual cristiana.




Cuestiones para la Reflexión y el Debate

1. ¿Cuál es la relación entre preocuparte por algo y entender su naturaleza? ¿Cómo afecta la «batalla contemporánea sobre la naturaleza humana» a nuestra capacidad para ocuparnos de nuestro bienestar y

bondad?

2. ¿Qué es el corazón y cuál es su papel en la vida humana?

3. ¿Cuáles son las seis dimensiones esenciales del ser humano? ¿Deja esta lista de mencionar alguna cosa importante?

4. Relaciona las seis dimensiones con el Gran Mandamiento (Lucas 10:25-28) y con la formación espiritual en Cristo.

5. Discurre acerca del papel que juegan los sentimientos en nuestra vida social y personal de hoy. En los medios de comunicación y en la cultura y artes populares. En las actividades de la iglesia. ¿Con qué

frecuencia dirías que eres controlado por tus sentimientos? (¿en ocasiones? ¿nunca? ¿siempre?)

6. ¿Estás o no de acuerdo con la explicación de la tentación que se expone en este capítulo?

7. ¿De qué modo dependen la elección o la volición de nuestros pensamientos y sentimientos? ¿Por qué no nos es fácil cambiar nuestra voluntad? (<<¡La vida humana no funciona solo mediante la voluntad!»)

8. «Nuestras acciones dicen realmente quiénes somos» ¿Estás o no de acuerdo con esta afirmación?

9. ¿Es válida la comparación entre la toma por parte de Israel de la Tierra Prometida y nuestra conquista mediante la Gracia y la acción de todas las dimensiones de nuestra personalidad?



Dallas Willar cap 3 de Rennueva tu corazón ... sé como Cristo


viernes, 22 de octubre de 2021

Devocional



#Eleuteros | Reflexión Teológica: Lo que significa devoción y devocional

Publicado el 17 febrero, 2018 por Eleuteros


Toda actitud y pensamiento como cristiano debe nutrirse y sustentarse en la Escritura, y me refiero a la Biblia, y no primero en costumbres o tradiciones. 

La palabra devoción viene del latín ‘devotus’ que significa consagración, y en Hebreo la transcripción de la palabra ‘Kadash’ significa santificar o consagrar. 
El concepto de santidad en la Biblia 
  • no tiene que ver con perfección humana o con algunas personas 
  • no tiene que ver con un quietismo o posiciones corporales de contemplación, muchas veces ser devotos es accionar frente a realidades adversas, ser los portadores de la paz y justicia donde no la hay. 

En la Biblia cuando leemos la palabra “perfección” tiene que ver con madurez y no con el concepto de una vida sin mancha o sin ningún defecto.

Las transcripciones ‘Kadosh’ en hebreo y ‘Hagios’ en griego que son traducidas como ‘Santo’ y que también puede ser traducidas como consagrados o apartados, son traducciones mas reales, ya que el término ‘santo’ se ha espiritualizado a veces demasiado y tiene una connotación más filosófica/mística y el significado bíblico se ha perdido.

Santo es toda persona consagrada o que se aparta para vivir vidas que agradan a Dios, y el que está leyendo esto piensa que estoy hablando de monacato, monjas o monjes o conventos; cuando en realidad tiene que ver con hacer todo lo que hacemos en la vida aplicando los principios de Dios
Sea la ocupación que tengamos, seamos estudiantes, hijos, esposos, tíos, abuelitos, niños, jóvenes… vivamos bajo los principios de Dios, y el hacer esto es consagrarse, apartarse para Dios.

Por: Xtian Torres

sábado, 2 de octubre de 2021

Santa Cena (The Gospel Coalition)



LOS ELEMENTOS: CUERPO Y SANGRE. 

La noche en que Jesús instituyó la Sagrada Comunión, redefinió los elementos de la comida. 
Durante siglos, el pan y el vino se mantuvieron como recordatorios de los corderos sacrificados en esa primera Pascua. 
Pero Jesús reveló lo que incluso esa primera Pascua significaba: 
su cuerpo quebrantado y su sangre derramada por el pecado. 
En el simple acto de comer y beber, los discípulos debían recordar que Cristo, nuestro Cordero pascual, fue sacrificado (1 Cor. 5: 7). 
Se dio a si mismo para ser sacrificado "por muchos para el perdón de los pecados".
Estos signos, entonces, representan el evangelio para las comunidades de creyentes y testigos. 
Cuando mi joven amigo Matthew sea bautizado en la comunidad del convenio, obtendrá el privilegio de unirse a aquellos que “proclaman la muerte del Señor hasta que él venga” (1 Corintios 11:26). 
La Cena del Señor proclama, promulga y celebra sensorialmente lo que es "de primera importancia". . . que Cristo murió por nuestros pecados de acuerdo con las Escrituras ”(1 Cor. 15: 3 ESV).
Los creyentes nunca deben alejarse de apropiarse de los beneficios del evangelio de Cristo. 
Por eso, Cristo concede a la iglesia señales o palabras visibles que refrescan continuamente nuestros recuerdos de su sacrificio. 
Comemos y bebemos con fe, y nuestro perdón por medio de Cristo se nos presenta nuevamente como un recordatorio de la eficacia de su expiación.

LA COMIDA: NUTRICIÓN. 

Quizás lo más obvio que significa la Cena del Señor es el alimento espiritual que los creyentes reciben en la comida. 
Así como la comida y el vino nutren y agradan el cuerpo, la comida de la Comunión nutre y agrada el alma del creyente. 
En la mesa de la comunión "tomamos y comemos" y "bebemos la copa". 
Nos alimentamos de Cristo por fe. 
La Confesión de Fe Bautista de Londres (1689) describe este punto de vista:
Los receptores dignos, que participan exteriormente de los elementos visibles de esta ordenanza, también lo hacen interiormente por fe, real y ciertamente, pero no carnal y corporalmente, sino espiritualmente, y se alimentan de Cristo crucificado y de todos los beneficios de su muerte; el cuerpo y la sangre de Cristo no están entonces ni corporalmente ni carnalmente, sino espiritualmente presentes a la fe de los creyentes en esa ordenanza, como los elementos mismos lo están para sus sentidos externos. (30,7)
De esta manera, Jesús sigue siendo el alimento que nutre a los cristianos. 
Se presenta a nuestros sentidos como "el pan de vida". 
Al alimentarnos de Cristo por fe, tomamos en nosotros los beneficios y la gracia que nos sostienen a través de la vida cristiana. 
“Jesucristo se nos ofrece allí para que podamos poseerlo, y en él toda la plenitud de gracia que podamos desear, y que aquí tengamos una buena ayuda para confirmar nuestra conciencia en la fe que debemos tener en él ". 12

Esto significa, en parte, que la Cena del Señor pertenece al cristiano débil. 
Nadie viene a la Mesa con una dignidad inmaculada o una fuerza intacta. 
Venimos a la Mesa necesitados. 
Venimos a la Mesa frescos de las batallas con el pecado, el desánimo, la incredulidad y el mundo. Necesitamos que nos alimenten de nuevo. 
Necesitamos recibir el sustento que Cristo brinda. 
Por la fe recibimos el alimento que necesitamos al absorber los beneficios de la obra expiatoria de Jesús por los pecadores y los débiles.

LA ADMINISTRACIÓN: PARTICIPACIÓN CON CRISTO. 

No solo los elementos de la Eucaristía son simbólicos, sino que también la misma administración o participación de la Cena significa realidades importantes. Richard Phillips resume lo que denota el acto de comer y beber la Cena:

El hecho de que los creyentes coman los elementos significa su participación en el Cristo crucificado. Además, la participación de la Santa Cena significa el efecto de la muerte de Cristo al dar vida y fuerza al alma, como la comida y la bebida sostienen el cuerpo. Además, así como el sacramento simboliza la unión de los creyentes con Cristo, también coloca una diferencia visible entre los miembros de la iglesia de Cristo y el mundo, al tiempo que significa la comunión de los creyentes entre sí en él.13
Phillips parafrasea bien lo que el apóstol Pablo escribió hace siglos sobre la Eucaristía:
Por tanto, mis queridos amigos, huyan de la idolatría. Hablo con gente sensata; juzgad vosotros mismos lo que digo. ¿No es la copa de acción de gracias por la que damos gracias una participación en la sangre de Cristo? ¿Y no es el pan que partimos una participación en el cuerpo de Cristo? (1 Cor. 10: 14-16).
Comer y beber esta comida indica la unión o participación del creyente con Cristo. 
Así, los creyentes se apropian de los beneficios de la obra expiatoria de Jesús y confían en el sustento continuo de Cristo, el pan de vida.

Este es el maravilloso intercambio que, con su inmensa benevolencia, ha hecho con nosotros; que, habiéndose hecho Hijo de hombre con nosotros, nos ha hecho hijos de Dios con él; que, con su descenso a la tierra, nos ha preparado un ascenso al cielo; que, al asumir nuestra mortalidad, nos ha conferido su inmortalidad; que, aceptando nuestra debilidad, nos ha fortalecido con su poder; que, recibiendo nuestra pobreza para sí mismo, nos ha transferido su riqueza; eso, toma Al poner el peso de nuestra iniquidad sobre él (que nos oprimía), nos ha revestido de su justicia.

EL PAN: LA UNIDAD DE LA IGLESIA. 

Finalmente, la Cena del Señor también representa la unidad de su pueblo. 
“Porque hay un solo pan, nosotros, que somos muchos, somos un solo cuerpo, 
porque todos participamos del mismo pan” 
(1 Corintios 10:17). 

Cuando la iglesia se reúne a la Mesa del Señor, los creyentes deben reconocer esta profunda unidad espiritual. 
Pablo reprendió a los corintios por no reflejar su unidad en Cristo. 
No los elogió, diciendo que sus 
“reuniones hacen más mal que bien” 
(1 Cor. 11:17). 
Las turbulentas divisiones en la iglesia de Corinto se manifestaron en divisiones en la Mesa del Señor de todos los lugares (1 Cor. 1: 10-13; 11: 18-19). 
El egoísmo y la glotonería prevalecieron tanto en la Mesa que Pablo concluyó que 
"no era la Cena del Señor lo que comían" 
(1 Corintios 11:20).

Para que la comida fuera verdaderamente la Cena del Señor, los miembros de la iglesia necesitaban comer y beber "de manera digna", en parte "reconociendo el cuerpo del Señor" en la Cena (1 Cor. 11:27, 29). . 
Es decir, debían reconocer la unidad de la iglesia como un solo pan, un solo pueblo, unidos con Cristo a través de su sacrificio por nosotros. 
El no hacerlo constituía “pecar contra el cuerpo y la sangre del Señor” (1 Cor. 11:27). 
En tales casos, la Mesa también se convirtió en un lugar de juicio y autoexamen (1 Cor. 11: 28–34).

La Cena del Señor es un sello

Pero la Cena del Señor no es solo una señal. 
La Sagrada Comunión también es un sello. 
Al participar regularmente en la Cena del Señor, los cristianos reciben por fe el sello o "tatuaje" que los identifica como pertenecientes a Jesús y al pueblo del pacto de Dios. 
Esto es lo que se quiere decir, en parte, cuando la Declaración Confesional de The Gospel Coalition describe la Cena del Señor como una "renovación continua del pacto". 
En la Cena del Señor, el Señor le habla a su pueblo de su continuo amor y misericordia hacia ellos.

La Cena del Señor sella al pueblo de Dios dándoles un testimonio confiable de su participación en Cristo. 
Es Cristo quien así identifica a los suyos, extendiendo su mano para darles el pan y la copa de la comida de su alianza. John Murray dice: 
“Cuando participamos de la copa con fe, el Señor nos certifica que todo lo que implica el nuevo pacto en su sangre es nuestro. Es el sello de su gracia y fidelidad ”15.
Mientras que el bautismo representa una especie de "sí, quiero" entre Cristo y su esposa, la Cena repite una declaración de amor de "continúo" de Jesús a la iglesia. 
La comunión nos recuerda que su amor perdura para siempre.

La Cena del Señor y la presencia de Cristo


Si la Cena del Señor es una renovación continua del pacto, esto sugiere una participación o comunión genuina con Cristo. 
Jesús debe estar presente en la Cena de manera significativa. 
En la historia de la iglesia, ha habido tres puntos de vista principales sobre la presencia de Cristo en la Cena del Señor.

PRESENCIA FÍSICA REAL.
 
La Iglesia Católica Romana enseña que durante la celebración de la Eucaristía ocurre un milagro en el que el pan y el vino continúan pareciendo pan y vino, pero realmente se convierten en el cuerpo físico y la sangre de Cristo. Este punto de vista, conocido como transubstanciación, también afirma que en la Eucaristía hay una representación del sacrificio de Jesús en la cruz, no solo un signo que recuerda la muerte del Señor.

Al defender la transubstanciación, la Iglesia Católica Romana presiona la metáfora de las palabras de Jesús: “Este es mi cuerpo. . . esta copa es mi sangre ”, en una camisa de fuerza literalmente rígida. Además, su insistencia en que la Misa representa el sacrificio de Jesús contradice claramente la Biblia (Rom. 6:10; Heb. 7:27; 9:12, 26; 10:10). 
Cristo Jesús murió una vez para siempre y ahora vive para siempre para interceder por su pueblo.

La visión luterana de la presencia de Cristo en la Cena del Señor también toma literalmente las palabras de la institución de Cristo. 
Pero Lutero sostuvo que los elementos no se transformaron; siguieron siendo pan y vino, pero el cuerpo y la sangre de Jesús están presentes en, debajo y junto con los elementos del sacramento. 
Este punto de vista se llama "consubstanciación".

VISTA MEMORIAL. 

En el otro extremo del espectro ha habido cuerpos cristianos que niegan que Cristo esté presente de alguna manera en la Cena del Señor. 
La vista conmemorativa enfatiza “Hagan esto en memoria de mí” (1 Cor. 11: 24–25).
De modo que la Cena se convierte en recuerdo o memorial. 
Muchos asocian comúnmente este punto de vista con el reformador suizo Huldrych Zwingli, quien se opuso a los puntos de vista católico romano y luterano sobre la presencia de Cristo en la Cena.

PRESENCIA ESPIRITUAL. 

Una tercera opción sostiene que Cristo, aunque no está físicamente presente, está presente espiritualmente en la Comunión. 
Los elementos siguen siendo pan y vino, pero por la fe Cristo se encuentra y comulga con su pueblo en la Santa Cena 
Las declaraciones "Este es mi cuerpo" y "Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre" son declaraciones figurativas, según el punto de vista de la presencia espiritual.
El pan y el vino no cambian de forma real. 
Sin embargo, la Cena representa más que una mera conmemoración. 
Al llamar a los enunciados figurativos o simbólicos, este punto de vista no minimiza la realidad y la importancia de la cosa significada. 
La Cena del Señor combina un tremendo misterio y una auténtica bendición espiritual.

Aunque parezca increíble que la carne de Cristo, separada de nosotros por una distancia tan grande, nos penetre, de modo que se convierta en nuestro alimento, recordemos hasta qué punto el poder secreto del Espíritu Santo se eleva sobre todos nuestros sentidos, y qué necedad. es querer medir su inconmensurabilidad con nuestra medida. Lo que, entonces, nuestra mente no comprende, que lo conciba la fe: que el Espíritu verdaderamente une las cosas separadas en el espacio.

Ahora, esa participación sagrada de su carne y sangre, por la cual Cristo derrama su vida en nosotros, como si penetrara en nuestros huesos y médula, también testifica y sella en la Cena, no presentando un signo vano y vacío, sino por manifestando allí la eficacia de su Espíritu para cumplir lo que promete. 
Y verdaderamente ofrece y muestra la realidad allí significada a todos los que se sientan en ese banquete espiritual, aunque es recibido con beneficio solo por los creyentes, que aceptan tan grande generosidad con verdadera fe y agradecimiento de corazón.

Cuando contemplamos y participamos de los elementos en la Comunión, recibimos por fe todo lo que significan con respecto al cuerpo quebrantado y la sangre derramada del Señor Jesucristo. 
Por la fe, Cristo se une a nosotros en la Cena, y anticipamos el día en que la fe ceda a la vista y comamos con el Salvador en el reino del Padre (Mat. 26:29).

Una esperanza pastoral

Espero con ansias el día en que Mateo celebre el bautismo con la iglesia. 
Espero ver a Mateo regocijarse al recibir la señal y el sello de su unión con Cristo a través de la fe. 
Y si el Señor quiere, Mateo y la iglesia vendrán regularmente a la Cena del Señor para ver y recibir de nuevo la obra de Cristo y los beneficios de su sacrificio. 
Juntos escucharemos al Señor expresar su propiedad y amor por nosotros en las señales visibles que da a su iglesia. 
Recordamos y proclamamos juntos la muerte en sacrificio de nuestro Salvador por nosotros incluso cuando anticipamos comer con él en el reino del Padre. 
Mediante estos sacramentos recibimos nuevas provisiones de gracia. 
Por ellos recibimos a Cristo nuestro Señor y el gozo de estar en comunión con él. 
¡Qué gozo tan maravilloso poder participar en estos ricos privilegios que Cristo Jesús le dio a su pueblo!

Algunas reflexiones teológico-pastorales

[Duncan] Thabiti ha delineado hermosa, clara, bíblica y pastoralmente nuestra comprensión de la Cena del Señor, así como también nos ha delineado tres de las posiciones principales sobre cómo Cristo está “presente” (¡o no!) En los elementos y / o la administración de ellos, pero quizás sería útil resumir el énfasis de los pasajes bíblicos clave sobre los sacramentos u ordenanzas en general (por ejemplo, Génesis 9; 12; 15; 17; Éxodo 12; 24; Isaías 7; Hechos 2; Romanos 4; 1 Cor. 1:17; 1 Ped. 3: 18-22) y la Cena del Señor en particular (Mateo 26: 17-29; Marcos 14: 12-25; Lucas 22: 7-23; 1 Cor. 11: 17-32) .17

Esto es importante porque cuanto más claros sean los cristianos sobre lo que es y no es la Cena del Señor, y lo que hace y no hace, y para qué es y para qué no, más útil será para ellos como medios de crecimiento.

1) El bautismo y la Cena del Señor, como sacramentos u ordenanzas, o señales / sellos de convenio, no inauguran ni efectúan una relación de convenio; más bien, representan y confirman una relación de pacto previamente existente, originada por elección, iniciada por promesa, establecida por gracia, iniciada por el Padre, otorgada por el Espíritu, fundamentada en Cristo, recibida por la fe.

2) El bautismo y la Cena del Señor, como sacramentos / ordenanzas, son parte del programa divino de seguridad. Se les da para apuntalar y aumentar la fe en las promesas del pacto de Dios. Es esta área la que se relaciona con la idea de los sacramentos como sellos.

3) Dios no está presente “en” ningún sacramento, pero la analogía sacramental en cada sacramento apunta a la promesa gloriosa, misericordiosa, de alianza, comunional de la presencia de Dios, y por el Espíritu sabemos algo de esta presencia. Es decir, a través de la Santa Cena, y especialmente a través de la Cena del Señor en curso y repetida, se nos señala y experimentamos un anticipo de la gloriosa comunión de la promesa del pacto final: "Yo seré tu Dios y tú serás mi pueblo", y la máxima esperanza del pacto, "Dios con nosotros", y la máxima comunión del pacto, "reclinarse en su mesa".

4) Hay aspectos objetivos y subjetivos de los sacramentos / ordenanzas, así como aspectos internos y externos. Cualquier negativa a aceptar la distinción entre el signo (hacia afuera) y la cosa significada (hacia adentro) derroca el sacramento, como señaló Calvino. Además, el objetivo (el signo) existe para el sujeto ive (la realidad que se significa). Entonces, hablar de la eficacia sacramental en ausencia del instrumento subjetivo clave (fe) y los efectos (fe fortalecida, crecimiento en la gracia, seguridad) es perder el sentido del uso y la meta del Espíritu para la Cena del Señor.

5) En consecuencia, los signos sacramentales no confieren la realidad sacramental. Los sacramentos son eficaces en el sentido de que cumplen el propósito de Dios, pero no siempre son eficaces. Siempre hay Ismaeles y Simones. Aquellos que quieran una eficacia objetiva invariable, es decir, aquellos que quieran que los sacramentos y ordenanzas otorguen automáticamente la gracia con el solo hecho de ser administrados, tendrán que ir a Roma o Constantinopla, y sin el más mínimo apoyo del pensamiento bíblico de la alianza.

6) Ninguna de las narraciones de la Cena del Señor centra nuestra atención en la presencia corporal de Cristo en la Cena. El lenguaje del cuerpo y la sangre claramente nos apunta a la contemplación del sacrificio del pacto de Cristo.18

7) Positivamente, las narraciones de la Cena del Señor del Nuevo Testamento nos presionan (a) para dar gracias a Dios por la salvación que tenemos por medio de Cristo; (b) para conmemorar la muerte de Cristo como el éxodo del nuevo pacto en una comida del pacto; (c) proclamar o exponer el significado incalculable y glorioso de su muerte salvadora; y (d) estar en comunión con él y con su pueblo, que es su cuerpo.

Paedo-Comunión y una palabra de despedida

Aunque la práctica de la paedo-comunión (comunión de bebés y niños pequeños, además de una profesión de fe creíble), durante mucho tiempo confinada a la ortodoxia oriental, ha ganado algo de vigencia en los círculos protestantes liberales y de la alta iglesia (con algunas excepciones menores en algunos conservadores). Cuadrantes reformados), la mayoría de los paidobautistas y credobautistas protestantes evangélicos están de acuerdo en que la Mesa del Señor es solo para aquellos que confían en Jesucristo. Entonces, los participantes adecuados en la Cena del Señor son aquellos que confían solo en Jesucristo para su salvación, tal como se le ofrece en el evangelio y que han recibido la señal de membresía (bautismo) en el cuerpo de Cristo, su iglesia. La Cena del Señor es para los creyentes profesantes en el Señor Jesucristo que han discernido el cuerpo del Señor, es decir, la iglesia (1 Corintios 11:29).

Como conclusión de nuestra exposición del Artículo 12 de la Declaración Confesional de la Coalición por el Evangelio, puede ser útil resumir algunos puntos importantes de la enseñanza bíblica sobre la naturaleza de los sacramentos u ordenanzas. Los sacramentos de Dios o los signos y sellos del pacto son "palabras visibles" (Agustín). En ellos, vemos con nuestros ojos la promesa de Dios. De hecho, en los sacramentos vemos, olemos, tocamos y gustamos la palabra. En la lectura y predicación pública de las Escrituras, Dios se dirige a nuestra mente y conciencia a través del oído. En los sacramentos, se dirige de manera única a nuestra mente y conciencia a través de los otros sentidos. La promesa de Dios se hace tangible en, a través y para los sentidos. Un sacramento es una señal y un sello del pacto, lo que significa que nos recuerda y nos asegura una promesa. Es decir, apunta y confirma una misericordiosa promesa de Dios a su pueblo.

Otra forma de decirlo es que un sacramento es una acción que Dios diseñó para firmar (simbolizar) y sellar (ratificar) una realidad del pacto que el poder y la gracia de Dios lograron; la Palabra de Dios ha comunicado su significado, y la gente recibió o entró en su realidad solo por fe. Por tanto, la debilidad y la fragilidad de la fe humana dan la bienvenida a este acto de gracia de consuelo. Los sacramentos por naturaleza complementan y confirman las promesas de Dios en su Palabra, y la gracia que transmiten es la misma que transmite la predicación. Los sacramentos son eficaces solo para los elegidos, ya que sus beneficios los santifican y son recibidos por la fe.

martes, 21 de septiembre de 2021

Como la Teología puede reducir la ansiedad

Si bien la apologética es un enfoque importante en mi vida, solo se ve eclipsada por el amor por la teología. Soy un tipo de chico de gran imagen. Por eso siempre me ha intrigado la teología sistemática. La teología sistemática examina los temas principales de las Escrituras y organiza esos temas en patrones y estructuras. Se podría decir que me volví un poco loco con mis estudios de teología. Si bien tengo más de 18 horas de posgrado en apologética, estudios bíblicos e historia de la iglesia; Tendré más de 30 horas en estudios de posgrado en teología cuando termine mi doctorado. Así que sí. Se podría decir que me gusta un poco la teología.

Otro aspecto de mi vida que es importante tener en cuenta por el bien de este artículo es que también sufro ataques de ansiedad. Mi ansiedad no es grave. Sin embargo, es algo que he combatido durante años. La agorafobia es una de esas áreas. Amo a la gente. Me encanta estar en el ministerio. Sin embargo, los períodos prolongados de reuniones sociales prolongadas me desgastan, especialmente si esas reuniones son ruidosas y bulliciosas.

Puede que te quedes preguntándote: "¿Por qué este tipo está hablando de teología y ansiedad?" 
La teología tiene un gran efecto calmante cuando una persona comprende ciertos aspectos de la naturaleza de Dios. Uno de esos atributos calmantes es la omnisciencia de Dios. Omnisciencia es una palabra compuesta que consta de dos palabras latinas; Omnis significa "todas" o "de todas las cosas", y Scientia significa "conocimiento". Por lo tanto, la omnisciencia indica la capacidad de uno para conocer todas las cosas. Dios es el único Ser que podría poseer este nivel de conocimiento. Millard Erickson vincula la omnisciencia de Dios con la naturaleza infinita de Dios. Por infinito, esto significa que “Dios no solo es ilimitado, sino que es ilimitado. En este sentido, Dios es diferente a todo lo que experimentamos ”(Erickson, Christian Theology, 243). Cuando el conocimiento de Dios está vinculado con su naturaleza infinita, uno notará que “el entendimiento de Dios es inconmensurable” (Erickson, Christian Theology, 243).

La omnisciencia de Dios significa que Dios sabe todo lo que hay que saber y todo lo que se puede saber. Entonces, ¿cómo ayuda la comprensión de la naturaleza divina y omnisciente de Dios con la ansiedad? Sostengo que ayuda en tres áreas.

1.La ansiedad disminuye con el conocimiento de Dios de los eventos en el tiempo. 
Primero, Dios no está limitado por el tiempo. Por tanto, el conocimiento de Dios no está ligado al tiempo presente. David escribe: 
“Antes que una palabra esté en mi lengua, 
tú lo sabes todo, Señor” 
(Sal. 139: 4). 
Dios sabe lo que va a deci David antes de decirlo. Las personas que sufren de ansiedad a menudo temen lo que pueda suceder. Sin embargo, cuando una persona combina el conocimiento de Dios de lo que sucederá con la bondad y el amor de Dios, entonces la ansiedad debería desvanecerse en los brazos divinos de Dios. ¿Por qué preocuparse por lo que podría pasar cuando Dios ya sabe lo que pasará?

2. La ansiedad disminuye con el conocimiento de Dios de las injusticias. 
En segundo lugar, la ansiedad de una persona disminuye cuando uno reconoce el conocimiento omnisciente de Dios sobre todas las personas. Dios sabe lo que siempre hacen todas las personas. 
Las personas a menudo colocan cámaras de seguridad para atrapar a los delincuentes en sus actos maliciosos con las manos en la masa. Si bien estoy a favor de las medidas de seguridad como lo señaló el grupo de vigilancia de la comunidad que apoyo, es un pensamiento redentor considerar que Dios sabe todo lo que hacen todas las personas. Salomón señala que 
"Los ojos del Señor están en todas partes, 
observando a los malos y a los buenos" 
(Prov. 15: 3). 
Muchas personas que sufren de ansiedad se preocupan por lo que alguien les pueda hacer. Quizás esas actitudes provienen de una imaginación hiperactiva o de ver con demasiada frecuencia a los psicópatas enloquecidos en Lifetime Movie Network.Sin embargo, el creyente puede estar tranquilo sabiendo que Dios ve las acciones de todos. Ninguna mala acción escapa a su vista. Como el Juez supremo de la humanidad, Dios hará responsable a cada persona en algún momento (Rom. 14:12). Esto no quiere decir que una persona no deba usar una buena razón, establecer medidas de seguridad y permanecer proactivo en entornos peligrosos. Más bien, una persona puede estar tranquila al saber que todos estarán ante Dios algún día.

3. La ansiedad disminuye con el conocimiento del propósito de Dios. 
En tercer lugar, las personas a menudo se preocupan por si sus vidas tienen algún propósito o valor. Las redes sociales han intensificado esta preocupación. Las personas a menudo se comparan con los demás mediante una competencia autoimpuesta. El problema es que nadie gana tales competencias comparativas. Al final, la persona debe preguntarse: “¿Qué tan bueno es lo suficientemente bueno? ¿Cuánto éxito necesito? ¿Cuánto dinero me convierte en el ganador? " No hay respuesta. En marcado contraste, cuando uno comprende el valor que Dios le da a todas las personas, entonces esas preocupaciones deberían desvanecerse y las competencias autoimpuestas deberían cesar. Dios le dijo a Jeremías que lo conocía antes de que naciera (Jer. 1: 5).

Jesús enfatizó la paz que proviene de la comprensión de la omnisciencia de Dios, y señaló que si Dios pudiera vestir las flores del campo y alimentar a las aves del cielo, entonces ciertamente Dios cuidaría de los suyos de una manera más grande (Mat. 6: 25–34). ). 
Si Dios sabe todo lo que hay que saber, si Dios sabe todo lo que todos hacen, si conoce nuestro futuro y se preocupa por nosotros; entonces, ¿a qué tenemos que temer? Porque, si Dios es por nosotros, entonces, ¿quién contra nosotros (Rom. 8:31)? 

La ansiedad humana se derrite ante la brillante seguridad de la naturaleza omnisciente de Dios.




Shttps://crossexamined.org/how-understanding-divine-omniscience-helps-anxiety/

La edición de 1828 de Webster's define Sovereign como
Supremo en el poder; poseer el dominio supremo; como gobernante soberano del universo. Supremo; superior a todos los demás; jefe. Dios es el bien soberano de todos los que le aman y le obedecen. Supremamente eficaz; superior a todos los demás; predominante; eficaz; como un remedio soberano ".

El Diccionario Bíblico de Easton dice que la soberanía es de Dios
derecho absoluto a hacer todas las cosas según su propio beneplácito ( Da 4:25 , 35 ; Ro 9:15 , 16 , 17 , 18 , 19 , 20 , 21 , 22 , 23 ; 1Ti 6:15 ; Rev 4:11). ).

El Diccionario Bíblico de New Unger dice que con respecto a la soberanía de Dios,
No está sometido a ningún tipo de restricción externa. Él es el Dispensador Supremo de todos los eventos. Todas las formas de existencia están dentro del alcance de Su dominio. Y, sin embargo, esto no debe considerarse de tal manera que reduzca la realidad de la libertad moral de las criaturas responsables de Dios o que haga de los hombres algo más que los árbitros de sus propios destinos eternos. Dios ha considerado conveniente crear seres con el poder de elegir entre el bien y el mal. Él los gobierna con justicia, sabiduría y gracia. ( Unger, MF, Harrison, RK, Vos, HF, Barber, CJ y Unger, MF The New Unger's Bible Dictionary. Chicago: Moody Press )

La soberanía de Dios AW Pink. Aquí hay un extracto para animarle a leer el tema completo:
La soberanía de Dios puede definirse como el ejercicio de Su supremacía ... Siendo infinitamente elevado por encima de la criatura más elevada, Él es el Altísimo, Señor del "cielo y la tierra. Sin sujeción a nadie, influenciado por nadie, absolutamente independiente; Dios hace lo que Él hace". agrada, sólo como Él quiere, siempre como Él quiere. Nadie puede frustrarlo, nadie puede obstaculizarlo. Por eso su propia Palabra declara expresamente: “Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiera” ( Is 46,10 ); “Él hace según su voluntad en el ejército del cielo y entre los habitantes de la tierra, y nadie puede detener su mano” ( Da 4:35). La soberanía divina significa que Dios es Dios de hecho, así como de nombre, que está en el trono del universo, dirigiendo todas las cosas, obrando todas las cosas “según el consejo de su propia voluntad” ( Efesios 1:11) .

Pregunta : "¿Qué significa que Dios es soberano?"

Respuesta : La soberanía de Dios es uno de los principios más importantes de la teología cristiana, así como uno de los más debatidos. Si Dios es realmente soberano o no, generalmente no es un tema de debate; todas las sectas cristianas dominantes están de acuerdo en que Dios es preeminente en poder y autoridad. La soberanía de Dios es una consecuencia natural de Su omnisciencia, omnipotencia y omnipresencia. Lo que está sujeto a desacuerdo es hasta qué punto Dios aplica Su soberanía, específicamente, cuánto control ejerce sobre la voluntad de los hombres. Cuando hablamos de la soberanía de Dios, queremos decir que Él gobierna el universo, pero luego comienza el debate sobre cuándo y dónde Su control es directo y cuándo es indirecto.

Dios es descrito en la Biblia como todopoderoso y omnisciente ( Salmo 147: 5 ), fuera del tiempo ( Éxodo 3:14 ; Salmo 90: 2 ) y responsable de la creación de todo ( Génesis 1: 1 ; Juan 1: 1 ). Estos rasgos divinos establecen el límite mínimo para el control soberano de Dios en el universo, lo que quiere decir que nada en el universo ocurre sin el permiso de Dios. Dios tiene el poder y el conocimiento para prevenir cualquier cosa que decida prevenir, por lo que cualquier cosa que suceda debe, al menos, ser "permitida" por Dios.

Al mismo tiempo, la Biblia describe a Dios ofreciendo opciones a la humanidad ( Deuteronomio 30: 15-19 ), considerándola personalmente responsable de sus pecados ( Éxodo 20: 5 ) y sintiéndose infeliz con algunas de sus acciones ( Números 25: 3 ). . El hecho de que el pecado exista prueba que no todas las cosas que ocurren son acciones directas de Dios, quien es santo. La realidad de la voluntad humana (y la responsabilidad humana) establece el límite máximo para el control soberano de Dios sobre el universo, es decir, hay un punto en el que Dios elige permitir cosas que no causa directamente.
El hecho de que Dios sea soberano esencialmente significa que Él tiene el poder, la sabiduría y la autoridad para hacer cualquier cosa que elija dentro de Su creación. Si Él realmente ejerce o no ese nivel de control en cualquier circunstancia, es en realidad una cuestión completamente diferente. A menudo, el concepto de soberanía divina se simplifica demasiado. Tendemos a asumir que, si Dios no está impulsando directa, abiertamente y deliberadamente algún evento, entonces de alguna manera no es soberano. La versión de dibujos animados de la soberanía representa a un Dios que debe hacer cualquier cosa que pueda hacer, o de lo contrario, no es verdaderamente soberano.

Por supuesto, una visión tan caricaturesca de la soberanía de Dios es lógicamente falsa. Si un hombre pusiera una hormiga en un cuenco, la "soberanía" del hombre sobre la hormiga no está en duda. La hormiga puede intentar salir arrastrándose y el hombre puede no querer que esto suceda. Pero el hombre no está obligado a aplastar a la hormiga, ahogarla o recogerla. El hombre, por sus propias razones, puede optar por dejar que la hormiga se aleje, pero el hombre todavía tiene el control. Hay una diferencia entre permitir que la hormiga abandone el cuenco y observar impotente cómo se escapa. La versión de dibujos animados de la soberanía de Dios implica que, si el hombre no está sosteniendo activamente la hormiga dentro del cuenco, entonces debe ser incapaz de mantenerla allí en absoluto.

La ilustración del hombre y la hormiga es al menos un vago paralelo a la soberanía de Dios sobre la humanidad. Dios tiene la capacidad de hacer cualquier cosa, de actuar e intervenir en cualquier situación, pero a menudo elige actuar indirectamente o permitir ciertas cosas por razones propias. En cualquier caso, se fomenta su voluntad. La “soberanía” de Dios significa que Él es absoluto en autoridad y sin restricciones en Su supremacía. Todo lo que sucede es, al menos, el resultado de la voluntad permisiva de Dios. Esto es cierto incluso si ciertas cosas específicas no son lo que Él preferiría. El derecho de Dios a permitir la libertad de elección de la humanidad es tan necesario para la verdadera soberanía como su capacidad para ejecutar su voluntad, donde quiera y como quiera.