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domingo, 2 de octubre de 2022
jueves, 22 de septiembre de 2022
Tres tipos de Lectura
Siempre soy un poco escéptico cuando oigo a la gente hablar de leer las Escrituras “devocionalmente” en lugar de, digamos, “académicamente” (o viceversa). ¿Quién dice que tenemos que elegir? me pregunto.
Pero aunque mi radar para detectar falsas dicotomías no siempre es malo, debo recordar que las personas están programadas de diferentes maneras. La humanidad no es un mar de igualdad. No somos clones. De hecho, como cristianos somos “mayordomos”, dice Pedro, de “la multiforme gracia de Dios” (1 P. 4:10).
No debería sorprenderme, entonces, cuando los cristianos se aproximen a la Escritura con objetivos un poco diferentes. Para algunos, es fácil acercarse a la Biblia con una postura más “devocional”. Sin embargo, para otros, de una inclinación más académica, un enfoque estudioso puede llegar a sentirse más natural.
Hace casi dos décadas, Richard Longenecker escribió un artículo para Themelios (la totalidad de estos archivos es accesible de forma gratuita en TGC) titulado “Sobre la Lectura de una Carta del Nuevo Testamento -Devocionalmente, Homiléticamente, Académicamente”. Allí el describe tres formas comunes de leer las Escrituras, indicando las fortalezas y los peligros particulares de cada una. (Longenecker limita su enfoque a las cartas del Nuevo Testamento, pero creo que su rúbrica básica se aplica a la totalidad de las Escrituras).
Longenecker no se opone a ninguna de las tres lecturas: simplemente a que haya sólo una. “Mi tesis”, explica, “es que cada una de estas formas de lectura [es] legítima en sí misma, pero que las tres deben al final ser unidas para una comprensión adecuada”.
La lectura devocional
El foco principal de la lectura devocional, como Longenecker indica, es “la dirección espiritual y la edificación”. Y para la mayoría de nosotros, este es el lugar donde todo comenzó.
Lo que permite la lectura devocional es la claridad y el poder de la Palabra de Dios. Considere los miles de grupos que difunden Biblias con la simple convicción de que la combinación de la Palabra y el Espíritu llevarán a personas a una unión con Cristo que salva. “Y los resultados de su amplia distribución”, Longenecker observa, “han reivindicado repetidamente su confianza”.
Entre otras cosas, las lecturas devocionales nos recuerdan que el Espíritu Santo no está encadenado a la erudición humana. La iluminación y la regeneración son milagros que Él realiza a menudo —a través de el estudio, sí, pero no siempre. ¡Ay de nosotros si alguna vez denigramos un enfoque devocional a la clara y poderosa Palabra de Dios!
Sin embargo, las lecturas devocionales no son inmunes a los peligros. Longenecker observa que es posible “imponer las preocupaciones, problemas e ideas de uno al texto”, y leer como si este sólo refleja una situación personal o confirma una posición mantenida previamente. Por otra parte, aun cuando entendemos, a menudo vacilamos en poner en práctica lo que hemos leído, porque “una respuesta de este tipo requeriría una reorientación de la vida que no estamos dispuestos a llevar a cabo.” En otras palabras, nos las arreglamos para comprender, pero no somos capaces de hacer (cf. Mat. 7:24-27; Juan 13:17; Santiago 1:22).
Pero estos peligros de ninguna manera invalidan las lecturas devocionales, ya que las Escrituras “alimentan el alma cristiana” y son “los medios que Dios utiliza para dar alimento espiritual a su pueblo”. Así que si su mente es más académica, procure también crecer en la lectura devocional de su Biblia. Siéntese, reduzca la velocidad, e implore al Espíritu Santo que ablande su corazón hacia su alentandora (Rom. 15:04), nutritiva (Mateo 04:04), vivificante (Sal. 19:7), alegre (Sal. 19: 8), convincente (Heb. 4:12), santificante (Juan 17:17), y preciosa (Sal. 119:127) Palabra.
La salud de su alma depende de ello.
La lectura homilética
Si el objetivo de una lectura devocional es la edificación, el objetivo de una lectura homilética es la proclamación. Se presta atención cuidadosa a la traducción, organización, y a la aplicación del pasaje a una audiencia particular. Por ende, los lectores homiléticos normalmente hacen preguntas como, ¿cómo comunicaría yo este pasaje a los demás? ¿Cómo podría yo enseñar esto de la mejor manera?
Independientemente de cómo estés programado, leer con miras a la proclamación es leer con miras a la obediencia. El Señor Jesús resucitado nos comisionó a cada uno de nosotros, después de todo, a ocuparnos al trabajo de la enseñanza (Mateo 28:20; cf. 2 Tim. 2:2; Tito 2:3-4).
Sin embargo, ¿qué peligros tienden a acompañar a las lecturas homiléticas? Uno muy común es la imposición de nuestras propias estructuras de organización en un pasaje en lugar de dejar que este hable por sí mismo. Por ejemplo, todos hemos escuchado predicadores que entierran el texto debajo de su felizmente aliterado adorno retórico. Además, puede ser tentador buscar demasiado rápido la relevancia contemporánea o permitir que “la relevancia misma sea el único criterio de la verdad, y así convirtiendo las Escrituras en solo un comentario moderno en nuestros tiempos”. Esto no es sino otra forma de silenciar la Palabra de Dios con nuestra agenda (cf. Prov. 18:13). Por último, leer las Escrituras “solo en términos de lo que puede ser proclamado a los demás, sin alimentarse devocionalmente en [el] material para el propio alimento espiritual” es una trampa típica. Los usos homiléticos divorciados de una postura devocional, con el tiempo, demostrarán ser espiritualmente letales.
Sin embargo, a pesar de las trampas potenciales, las lecturas homiléticas son vitales. “Sin la proclamación”, Longenecker advierte, “el cristiano y la iglesia se estancan, siempre recibiendo pero nunca dando”.
La lectura académica
También hay un tercer tipo de lectura —académica— que informa a los enfoques anteriores y puede llevar a los creyentes a “una comprensión más profunda de la Escritura y a mayor apreciación de su fe.” Un buzo hará descubrimientos que el esquiador del agua nunca verá.
Por supuesto, muchos peligros amenazan con arruinar las lecturas académicas, también Longenecker admite que “el orgullo de logro, la pereza después de tener algún grado alcanzado, y el descansar en los laureles del pasado sin siempre seguir adelante en la búsqueda de la comprensión” son peligros perennes para el estudioso. También es fácil llegar a ser tan absorto en un ámbito de estudio que no pueda apreciar los conocimientos adquiridos de otras áreas. Este es el riesgo de la especialización. Por último, es tan tentador preocuparse mucho por la lectura académica que usted pudiera descuidar la lectura devocional (por lo tanto cortándonos nosotros mismos del alimento espiritual) o descuidar la lectura homilética (retirándose así de la proclamación del evangelio).
Tríada útil
La rúbrica triple de Longenecker no es exhaustiva, pero proporciona categorías útiles para la autoevaluación. En lugar de confrontar las lecturas de los unos y los otros, debemos reconocer nuestras inclinaciones particulares, tomar ventaja de nuestras fortalezas, y crecer en nuestras debilidades. En efecto, cualquiera que sea nuestro interés o experticio, nosotros, como pueblo de Dios debemos esforzarnos para sintetizar estos enfoques con el fin de cultivar un enfoque más equilibrado a su preciosa Palabra.
En medio de nuestra hermosa diversidad, que el Señor conceda a cada uno de nosotros la gracia de leer y disfrutar de nuestras Biblias como estudiantes cuidadosos, maestros fieles y seguidores vibrantes del Rey Jesús.
https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/3-maneras-comunes-de-leer-las-escrituras/
Matt Smethurst sirve como editor asociado para The Gospel Coalition y es autor de 1–2 Thessalonians: A 12-Week Study (Crossway, 2017). Él y su esposa, Maghan, tienen tres hijos y viven en Louisville, Kentucky. Son miembros en Third Avenue Baptist Church, donde Matt sirve como anciano. Puedes seguirle en Twitter.
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