Translate

viernes, 25 de febrero de 2022

Un pozo inagotable



El agua del odre se acabó. Agar no sabe cómo mantenerse en pie y cuidar a su hijo, Ismael. Llevan días vagando sin rumbo en el desierto. El sol arde sobre ellos y no parece haber esperanza para sus vidas.

Mil angustias pasan por la mente de Agar: «¿Qué será de mí y de mi hijo? ¿A dónde voy? Me siento tan sola… perdida». La madre agoniza mientras toma una decisión. Deja al muchacho debajo de un arbusto y se aleja mientras su corazón se inunda de dolor. «Que no vea yo morir al niño», dice para sí. Se sienta enfrente y no puede contener las lágrimas en sus ojos.

Pero entonces todo cambia. El ángel del Señor les dice: «¿Qué tienes, Agar? No temas, porque Dios ha oído la voz del muchacho en donde está». El Señor les promete bendiciones y hace algo que alivia de inmediato la situación de la madre y el chico: «Dios abrió los ojos de ella, y vio un pozo de agua. Fue y llenó el odre de agua y dio de beber al muchacho» (Gn 21:19).

Dios no hizo milagrosamente un pozo en el lugar para ellos; el texto sugiere que el pozo ya estaba allí. Lo que Él hizo fue abrir los ojos de Agar para que pudiera mirar lo que en medio de sus circunstancias no podía ver.

Es posible leer la Biblia sin sentir su impacto en nuestras vidas. Cuando eso ocurre, el problema no está en ella sino en nosotros

Esta historia bíblica nos recuerda lo deficiente que puede ser nuestra visión. Es posible tener todo tipo de cosas frente a nosotros y ser ciegos ante lo que representan, su belleza o fealdad y cómo impactan nuestras vidas. Esta es la razón por la que orar es crucial al leer la Palabra.

Necesitamos ver en verdad

Es posible leer la Biblia sin ver cómo Dios sacia nuestra sed espiritual por medio de ella. Leerla solo para recibir información y no transformación. Leerla para conocer solo detalles históricos y reglas de vida, y perder de vista el evangelio de la gloria de Dios en Cristo. Leerla para simplemente aprender sobre Dios en vez de ver la belleza del Señor revelada en cada una de sus páginas.

Esta es una de las tragedias más grandes que ocurren a diario en incontables iglesias y tiempos de lectura personal; terminamos llenando nuestras cabezas de mero conocimiento sobre Dios en vez de conocer a Dios. La diferencia importa. Como explica Jonathan Edwards:

«Hay una diferencia entre tener una opinión, de que Dios es santo y misericordioso, y tener un sentido de la hermosura y la hermosura de esa santidad y gracia. Existe una diferencia entre tener un juicio racional de que la miel es dulce y tener una sensación de su dulzura».

Cuando nuestra ceguera es de ese tipo, no hallamos consuelo en las Escrituras en medio de la adversidad y el dolor. Tampoco crecemos espiritualmente, pues no nos deleitamos en Dios. Podemos vernos inclinados al libertinaje, creyendo que obedecer a Dios no es importante, pues nuestra visión del amor de Dios se vuelve superficial. O podemos convertirnos en legalistas más férreos: personas que conocen lo suficiente de Dios para saber que le importa la santidad y nos ha dado mandamientos, pero no lo conocen lo necesario como para saber que es un Dios de gracia y amor.

Los fariseos son un ejemplo de esto último. Ellos tenían lo que hoy podrían ser doctorados en teología. Podían recitar libros enteros de la Escritura de memoria. Sin embargo, ignoraban la esencia de su mensaje. Eran insensibles ante la gloria revelada en las páginas y por eso no podían responder a ella amando a Dios con sinceridad. Sus corazones eran hipócritas ante el Señor, pues la religión de ellos era una simple fachada externa para guardar las apariencias y creerse superiores a los demás.

No conocían lo más importante en la Biblia: ignoraban cómo todo es por Jesús y para Jesús. Por eso Él les dijo: «Ustedes examinan las Escrituras porque piensan tener en ellas la vida eterna. ¡Y son ellas las que dan testimonio de Mí!» (Jn 5:39).

Solo cuando vemos la gloria de Cristo revelada en su evangelio es que somos transformados a su imagen por el Espíritu Santo

Orando por avivamiento

Incluso si somos creyentes, es posible ser ciegos a las bendiciones que tenemos en Cristo reveladas en su Palabra. Es posible leer la Biblia sin sentir su impacto en nuestras vidas. Cuando eso ocurre, el problema no está en la Escritura sino en nosotros.

Por eso Pablo, luego de escribir uno de los párrafos más gloriosos sobre las riquezas de la gracia de Dios que tenemos en Cristo, ora por sus lectores así:

«Mi oración es que los ojos de su corazón les sean iluminados, para que sepan cuál es la esperanza de Su llamamiento, cuáles son las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos, y cuál es la extraordinaria grandeza de Su poder para con nosotros los que creemos, conforme a la eficacia de la fuerza de Su poder» (Ef 1:18-19).

Pablo ora por un avivamiento y su clamor es un modelo para nosotros. Dependemos de Dios para ver sus promesas tan dulces como realmente son, sus palabras tan consoladoras como realmente son, sus mandamientos tan buenos como realmente son y la gloria de su gracia tan infinita como realmente es.

De igual forma, el salmista ora para que Dios haga un milagro en su vida y pueda entender en verdad la Palabra: «Abre mis ojos, para que vea las maravillas de Tu ley» (Sal 119:18; cp. 19, 27, 34). Esta es una oración para elevar a diario.

Un pozo inagotable

Si toda la Escritura apunta y exalta a Cristo —y es así—, entonces nuestra mayor necesidad es ver su mensaje como Dios quiere que lo veamos. Solo cuando vemos la gloria de Cristo revelada en su evangelio es que somos transformados a su imagen por el Espíritu Santo (2 Co 3:18, 4:6).

La oración es esencial para profundizar en la Palabra y al mismo tiempo es avivada por la Palabra

Así que oramos para ver la gloria de Dios en Su Palabra y ser consolados, fortalecidos y edificados. Cuando Él nos concede ver su gloria en la Palabra, nuestra oración no se detiene. Continuamos orando en adoración a Dios y derramando nuestros corazones delante de Él, pues cuanto más lo conocemos, más dispuestos estamos a pedirle que obre en nosotros y alrededor (cp Jn 4:10). También seguimos orando para ver más aún en la Palabra, agradeciendo con gozo por ella: «¡Cuán dulces son a mi paladar Tus palabras! Sí, más que la miel a mi boca» (Sal 119:103). La oración es esencial para profundizar en la Palabra y al mismo tiempo es avivada por la Palabra.

Así que vayamos a la Palabra en oración, dependiendo del Señor y no apoyándonos en nuestra propia disciplina o intelecto. No hay fuente que pueda satisfacernos en medio del desierto de esta vida y nuestro peregrinaje como la Escritura. Ella es un pozo inagotable para nuestros corazones sedientos y hechos para tener su mayor deleite en Dios. Que el Señor abra nuestros ojos para que veamos este pozo, tomemos en abundancia y demos de beber a otros también mientras vivimos en adoración a Él.

Josué Barrios sirve como Coordinador Editorial en Coalición por el Evangelio. Ha contribuido en varios libros y es el autor de Espiritual y conectado: Cómo usar y entender las redes sociales con sabiduría bíblica. Es periodista y cursa una maestría de estudios teológicos en el Southern Baptist Theological Seminary. Vive con su esposa Arianny y su hijo Josías en Córdoba, Argentina, y sirve en la Iglesia Bíblica Bautista Crecer, donde realiza una pasantía ministerial. Puedes leerlo en josuebarrios.com y seguirlo en Instagram, Twitter y Facebook.

https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/oracion-lectura-de-la-biblia/



sábado, 5 de febrero de 2022

Hoy es sábado... y "el cuerpo" lo sabe ☺

De los Diez Mandamientos que Dios le dio a Israel, quizás ninguno haya provocado más controversia y debate que el cuarto: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo” ( Éxodo 20:8 ). ¿Sigue vigente el mandamiento del sábado?

Ninguno de los que respondieron negativamente sugiere que el sábado era un mandato de segundo nivel en el Decálogo, una buena idea pero no obligatorio. No, el sábado sirvió como la señal del pacto entre Israel y su Dios, desarrollando un drama semanal que testificaba de Dios como Creador poderoso ( Éxodo 20:11 ) y Redentor misericordioso ( Deuteronomio 5:15 ). En el día de reposo, Israel declaró una dependencia total de su Señor del pacto, un Señor más que capaz de sostener a su pueblo a pesar de que, un día de cada siete, colgaban sus palas, dejaban a un lado sus arados y descansaban de sus labores.

La pregunta, entonces, no es si Israel debería haber guardado el sábado bajo el antiguo pacto, sino si los cristianos deberían haberlo hecho bajo el nuevo. ¿Deben los cristianos guardar el sábado? La pregunta puede sonar absurda para algunos. Guardamos los mandamientos del uno al tres y del cinco al diez, ¿no es así? Entonces, ¿por qué omitir el número cuatro?

Sin embargo, esparcido por todo el Nuevo Testamento hay evidencia contundente de que, en Cristo y el nuevo pacto, el sábado ha encontrado su cumplimiento.

Jesús: 'Yo te daré descanso.'

Los lectores de los Evangelios pronto descubren cuán crucial era el sábado para los judíos de la época de Jesús. El séptimo día marca el escenario de tantos enfrentamientos entre Jesús y los fariseos que cuando leemos algo como, “Ahora bien, era un día de reposo. . .” ( Juan 9:14 ), esperamos problemas.

Estrictamente hablando, los únicos mandamientos que Jesús quebrantó en sábado pertenecían a la tradición judía, no a la ley divina. En su celo por definir exactamente lo que una persona podía y no podía hacer en sábado, los líderes judíos pusieron sobre las espaldas del pueblo una carga espiritual más pesada que cualquier carga física ( Mateo 23:4 ). Jesús atacó tales tradiciones con la vehemencia de alguien que vio más claramente que nadie que “el día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo” ( Marcos 2:27 ).

“La primera venida de Cristo 
no abolió el descanso; 
marcó el comienzo de un tipo de descanso más profundo 
que el que jamás podría ofrecer el sábado”.

Sin embargo, aunque Jesús nunca quebrantó el cuarto mandamiento, sí insinuó que podría venir un cambio al sábado. Si pudiéramos eliminar el salto de capítulo entre Mateo 11 y 12, podríamos notar, en el contexto inmediatamente anterior a las controversias sobre el sábado en Mateo 12:1–14 , estas llamativas palabras: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar ” ( Mateo 11:28 ). El descanso ofrecido en el día de reposo ahora se ofrecía en Cristo .

Un gran reclamo yace detrás de esta gran promesa: “El Hijo del Hombre es señor del día de reposo” ( Mateo 12:8 ). DA Carson escribe,
Que Jesucristo sea el Señor del sábado no es sólo una afirmación mesiánica de grandes proporciones, sino que plantea la posibilidad de un futuro cambio o reinterpretación del sábado, 
precisamente de la misma manera que su profesada superioridad sobre el templo plantea ciertas posibilidades sobre el ritual. ley. 
( Del sábado al día del Señor , 66)
En Jesús, algo más grande que el Sábado está aquí.

Pablo: 'Que nadie juzgue.'

Dos pasajes en particular del apóstol Pablo explican las implicaciones del señorío de Jesús sobre el sábado. El primero es Colosenses 2:16–17 :

Que nadie os juzgue en cuestiones de comida y bebida, o con respecto a un festival o luna nueva o sábado. Estas son una sombra de las cosas por venir, pero la sustancia pertenece a Cristo.

“Lo que Pablo dice aquí es notable”, escribe Tom Schreiner, 
“porque agrupa el sábado junto con las leyes alimentarias, festivales como la Pascua y las lunas nuevas. Todo esto constituye sombras que anticipan la venida de Cristo” ( 40 Preguntas sobre los cristianos y la ley bíblica , 212). Y puesto que Cristo ha venido ahora, la observancia del sábado ya no es una cuestión de obediencia o desobediencia. Más bien, Pablo dice: “Que nadie os juzgue”.
Romanos 14:5 tiene una afirmación igualmente llamativa. Considere las palabras de Pablo aquí junto con una declaración típica del antiguo pacto sobre el sábado.

Guardaréis el sábado, porque es santo para vosotros. Todo el que lo profane será condenado a muerte. ( Éxodo 31:14 )

Una persona estima que un día es mejor que otro, mientras que otra estima que todos los días son iguales. Cada uno debe estar completamente convencido en su propia mente. ( Romanos 14:5 )

Si un israelita del antiguo pacto estimaba “todos los días iguales”, podría ser apedreado hasta la muerte ( Números 15:32–36 ). Sin embargo, evidentemente, Pablo no sintió la necesidad de imponer el mandamiento del sábado a sus gentiles conversos. Al parecer, algunos en Roma querían guardar el sábado (y por eso estimaban que “un día era mejor que otro”), tal vez cristianos judíos deseosos de mantener las tradiciones de sus padres. Pablo no tenía ningún problema con esos cristianos, siempre y cuando se abstuvieran de presionar a otros para que los imitaran o sugirieran que la salvación dependía de la obediencia al sábado (comparar Gálatas 4:8–11 ).

Por el bien de la libertad cristiana y el amor mutuo, Pablo dice de manera simple y notable: “Cada uno debe estar plenamente convencido en su propia mente” ( Romanos 14:5 ).

Hebreos: 'Los que hemos creído entramos en ese reposo.'

El autor de Hebreos nos acerca al corazón de por qué el nuevo pacto no requiere un descanso literal del séptimo día. La primera venida de Cristo no abolió el descanso; más bien, marcó el comienzo de un tipo de descanso más profundo que el que jamás podría ofrecer el sábado.

Según Hebreos 4 , el día de reposo de Israel siempre apuntaba hacia un día mucho mayor: el día aún futuro en el que toda la creación entrará plenamente en el reposo prefigurado y prometido en Génesis 2:2–3 , el primer séptimo día. “Así pues, queda un reposo sabático para el pueblo de Dios” ( Hebreos 4:9 ). Se acerca el último descanso sabático, cuando el pueblo de Dios disfrutará del trabajo sin fatiga, del corazón sin pecado y de una tierra sin espinas.

Sin embargo, incluso ahora, implica Hebreos, sentimos las primeras olas del descanso venidero. En Cristo, “[ya] hemos probado . . . los poderes del siglo venidero” ( Hebreos 6:5 ), descanso incluido. Porque, escribe el autor, “los que hemos creído entramos en ese reposo” ( Hebreos 4:3 ), no “entraremos”, sino “entraremos”: completamente más tarde, verdaderamente ahora.

¿Y cómo entramos en ese reposo? No principalmente dejando de lado nuestras labores semanales por un día de cada siete, sino creyendo : “Los que hemos creído entramos en ese descanso”. La fe en Jesucristo trae el descanso del séptimo día a cada día.

Juan: 'Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor.'

Por supuesto, cuando los cristianos de hoy hablan del sábado, casi nunca se refieren al séptimo día, sino al primer día: no el sábado sino el domingo. Pero, sorprendentemente, ningún escritor del Nuevo Testamento se refiere jamás al domingo como el día de reposo. Cuando los cristianos judíos (y quizás algunos gentiles) observaron el sábado, lo habrían hecho en sábado, como lo había hecho Israel durante siglos. Pero eso no significa que el domingo no tuviera un lugar especial en la iglesia primitiva. La Escritura sugiere que lo hizo, solo que bajo un nombre diferente: el Día del Señor.

La frase “el día del Señor” aparece solo en Apocalipsis, donde el apóstol Juan escribe: “Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor” ( Apocalipsis 1:10 ). Pero otros pasajes sugieren que el “Día del Señor” simplemente pone un nombre a la práctica común de la iglesia de reunirse el domingo. En Éfeso, Pablo se reunió con la iglesia “el primer día de la semana. . . partir el pan” ( Hechos 20:7 ). Asimismo, Pablo instruyó a los corintios a apartar algo de dinero “el primer día de la semana” ( 1 Corintios 16:2 ).

Ninguno de estos pasajes muestra a la iglesia primitiva descansando , como si consideraran el domingo su nuevo sábado. Richard Bauckham va tan lejos como para escribir: “Para los primeros cristianos no era un sustituto del sábado ni un día de descanso ni estaba relacionado de ninguna manera con el cuarto mandamiento” ( From Sabbath to Lord's Day , 240). La mayoría de estos primeros cristianos probablemente necesitaban trabajar el primer día de la semana. (El domingo fue declarado día oficial de descanso en todo el Imperio Romano solo bajo Constantino en el año 321 d.C.).

Los pasajes sí sugieren, sin embargo, que los cristianos adoraban en el Día del Señor. Quizás en la mañana antes del trabajo, quizás en la tarde después, los primeros creyentes se reunían para alabar a aquel que se levantó “muy temprano el primer día de la semana” ( Marcos 16:2 ; Mateo 28:1 ; Lucas 24:1 ; Juan 20:19 ). Cuando rodó la piedra de la tumba de Jesús en la mañana de Pascua, llegó el verdadero descanso sabático y amaneció un nuevo día.

Señor de nuestros días

Entonces, ¿deberían los cristianos guardar el sábado?

“El mundo y el diablo 
quieren que trabajemos incluso mientras descansamos. 
Pero Jesús quiere que descansemos 
incluso mientras trabajamos”.

En un sentido, no: bajo el nuevo pacto, ningún cristiano está obligado al cuarto mandamiento como tal. Todavía podemos decidir descansar un día de cada siete y, de hecho, la sabiduría parece apoyar la práctica de imitar el patrón de 6 y 1 de Dios ( Génesis 1: 1–2: 3 ). Especialmente en un día en el que muchos pueden trabajar en cualquier momento y en cualquier lugar (respondiendo correos electrónicos después de la cena, atendiendo llamadas los fines de semana), podemos hacerlo bien, incluso durante un día de cada siete, para decir: "Trabajé ayer, trabajaré mañana, pero hoy descansar y adorar.”

Sin embargo, en otro sentido, los cristianos deben guardar el sábado siempre. Y aquí encontramos una conexión entre el sábado judío y el día del Señor cristiano. Andrew Lincoln escribe,
En el Antiguo Testamento, el descanso físico literal del sábado apuntaba al descanso futuro; pero ya que Cristo ha traído cumplimiento en términos de descanso de salvación, es el disfrute presente de este descanso lo que actúa como el anticipo del descanso de consumación que ha de venir. En otras palabras, es la celebración en el día del Señor del descanso que ya tenemos por la resurrección de Cristo que ahora anticipa y garantiza el descanso que está por venir. ( Del sábado al día del Señor , 399)
Cada día del Señor, volvemos a Jesús, cansados ​​y cargados ( Mateo 11:28 ). Trazamos la sombra del sábado a su sustancia ( Colosenses 2:17 ). Volvemos a oír a lo lejos los sonidos de la futura fiesta del sábado; vislumbramos de nuevo por la fe el resplandor de “innumerables ángeles en fiesta” ( Hebreos 12:22 ). Volvemos a mirar la tumba vacía y escuchamos a Cristo decir: “¡Paz a vosotros!”. ( Lucas 24:36 ). En otras palabras, encontramos descanso , el tipo de descanso que permanece mucho después de que ha pasado el domingo.

Sin experimentar regularmente este tipo de descanso, y con un poder especial cada día del Señor, poco importa cuánto descanso le demos a nuestro cuerpo. Nuestro descanso será inquieto, y nuestro trabajo se convertirá en un intento desesperado por conseguir para nosotros el descanso que no hemos encontrado en Cristo. Ni el holgazán (que trabaja el fin de semana) ni el adicto al trabajo (que no tiene fin de semana) han aprendido aún a disfrutar el resto del verdadero sábado.

No es así con aquellos que han escuchado y prestado atención a la invitación de Jesús de “Llevad mi yugo sobre vosotros . . . y hallaréis descanso para vuestras almas” ( Mateo 11:28–29 ). El mundo y el diablo quieren que trabajemos incluso mientras descansamos. Pero Jesús quiere que descansemos incluso mientras trabajamos. Y aquí, en este descanso y trabajo saturado de Cristo, vivimos el día de reposo hoy